Nada de la memoria resiste o permanece.
Otros pasos hollan sus signos.
palimpsesto terrible, atrapado en un eterno pasado.
La línea del horizonte formada por la unión del océano y el cielo es definitiva, salvo si esto es alterado por un barco de carga de esos que son fabricados especialmente para el comercio; con su gran capacidad de carga, ocupada por enormes contenedores metálicos que aseguran sus valiosas mercancías. Salvo en ese caso, todo el paisaje se mantiene en un natural encuadre cielo-mar, acompañado por una brisa salobre y que el lugareño ya no percibe por haber nacido junto a ella. El graznido de las aves, los pasos sobre la costanera empedrada, el sonido efervescente de las olas retirándose de la orilla, todo aquello entrega la sensación de lejanía no solo espacial sino también temporal; una suerte de abandono alimentado por un simple estado de ánimo de ese momento o por recuerdos de lecturas y conversaciones en los cuales se describen paisajes similares.
Esperó tranquilamente que comenzaran a caer las primeras gotas; era cuestión de minutos, todo estaba ocurriendo de la forma que vuelve inevitable la lluvia. Las cumbres más altas eran envueltas en una espesa y obscura capa nubosa, empujadas por un insistente viento sur a gran altura, el cual dejaba caer pequeños vórtices que sacudían la escaza vegetación que se hallaba en el lugar. Un destello encendió todo por una pequeña fracción de tiempo; su pupila se contrajo como respuesta natural a la sobre exposición lumínica; quedó atento al estruendo que no tardó en llegar, pasando raudo sobre su cabeza y bajando a toda carrera entre las quebradas. Luego, un silencio que se extendió hasta los primeros sonidos del aguacero que terminó por cubrir un paisaje aprendido de memoria.
-Vladimir… ¿Estás despierto?
- ¿Qué sucede, Estragón? Qué quieres ahora.
- Estaba pensando qué pasaría si nos fuéramos; si mañana al
despertar emprendiéramos nuestro regreso a casa.
- … No sé qué pasaría; supongo que no podemos irnos aún,
tenemos que esperar.
- Pero si no se presentara; si nunca apareciera por ese
camino, Vladimir.
- Sí eso llegara a suceder, entonces nos podremos marchar.
Diálogo basado en la obra 'En attendant Godot' de Samuel
Beckett publicado 1952, Paris.
Se encuentra guarecido en la caverna junto a su grupo, sentados alrededor de un fuego protector siempre encendido al medio de aquella morada colectiva. Les queda poco tiempo sobre ese mundo prístino que fuera su hogar hasta ese momento. Su fin se acerca. Afuera, la obscuridad de la noche ha caído como un espeso manto cubriéndolo todo, momento en el cual emergen los depredadores naturales de aquella formidable progenie ¿Puedes escuchar el aullido del lobo, del oso merodeando en el lugar, del tigre al asecho de su posible presa? Neandertal toma un trozo de leña encendida del fuego y asomándose nervioso a la noche, atisba con mirada segura su entorno; se queda un momento mirando el cielo encendido de estrellas casi pudiéndolas tomar con su mano. Una le atrae más, la mira cada noche, la distingue de las otras. Aguza el oído, da una última oteada al paisaje nocturno y vuelve a entrar.