Esperó tranquilamente que comenzaran a caer las primeras gotas; era cuestión de minutos, todo estaba ocurriendo de la forma que vuelve inevitable la lluvia. Las cumbres más altas eran envueltas en una espesa y obscura capa nubosa, empujadas por un insistente viento sur a gran altura, el cual dejaba caer pequeños vórtices que sacudían la escaza vegetación que se hallaba en el lugar. Un destello encendió todo por una pequeña fracción de tiempo; su pupila se contrajo como respuesta natural a la sobre exposición lumínica; quedó atento al estruendo que no tardó en llegar, pasando raudo sobre su cabeza y bajando a toda carrera entre las quebradas. Luego, un silencio que se extendió hasta los primeros sonidos del aguacero que terminó por cubrir un paisaje aprendido de memoria.
6 comentarios:
A veces, una llovizna se convierte en un diluvio cuando cae por dentro.
¡Ah! qué agradable sensación entonces: buscar un rincón en ti y esperar que pase el chubasco.
Bonita descripción. Muy plástico.
Gracias por tu visita y comentario, Javier.
Muy descriptivo. El aguacero se mete hacia dentro, estalla y luego la llovizna limpia; limpia aquello que convenga.
Salud, Ferragus.
Anna Babra
Gracias por tus generosas palabras. Ten salud, Anna.
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