domingo, diciembre 27, 2020

Paisaje con lluvia

Esperó tranquilamente que comenzaran a caer las primeras gotas; era cuestión de minutos, todo estaba ocurriendo de la forma que vuelve inevitable la lluvia. Las cumbres más altas eran envueltas en una espesa y obscura capa nubosa, empujadas por un insistente viento sur a gran altura, el cual dejaba caer pequeños vórtices que sacudían la escaza vegetación que se hallaba en el lugar. Un destello encendió todo por una pequeña fracción de tiempo; su pupila se contrajo como respuesta natural a la sobre exposición lumínica; quedó atento al estruendo que no tardó en llegar, pasando raudo sobre su cabeza y bajando a toda carrera entre las quebradas. Luego, un silencio que se extendió hasta los primeros sonidos del aguacero que terminó por cubrir un paisaje aprendido de memoria.

sábado, noviembre 21, 2020

Náufrago (De encuentros y despedidas)

Escuchaba el debate sin tener las ganas de opinar dentro de aquel barullo. Simplemente prestaba atención a unos y otros esperando un espacio de tiempo para exponer mi punto de vista con tranquilidad. Es verdad, también cuidaba de que todo aquello se mantuviera dentro de los límites de una discusión civilizada.
Estaba en eso cuando por el lado derecho comencé a distinguir un objeto flotando a la deriva; lo quedé mirando mientras se aproximaba a la vez que seguía el hilo de la discusión que teníamos a bordo de nuestra balsa. No quise interrumpir y decidí esperar. Agucé la vista mientras se aproximaba para inquirir detalles que me digieran de qué se trataba; cosas como su origen o dirección, si eran restos de un navío o si simplemente era una boya abandonada por una embarcación pesquera.
Después de un momento pude reconocer sin duda que se trataba de una balsa de rescate; era del tipo de embarcación de emergencia que se puede encontrar en los barcos de carga. De pronto, observé un brazo que se alzaba y realizaba señas; tomé mi arpón y lo puse al alcance por seguridad; no me considero un tipo violento, pero en estos casos mejor prevenir, sobre todo cuando también estás a la deriva en una balsa de rescate y no has tenido contacto con otras personas en mucho tiempo, quizá años; ya casi no recuerdo cuando comenzó todo, tendría que revisar mis anotaciones y ver los registros que pudieran dar luces al respecto. No quise responder de inmediato al saludo; luego, una vez más; ahora sí levanté mi brazo en señal de saludo; algo alcanzaba a escuchar, pero la distancia aún impedía entender con claridad; mientras las balsas se cruzaban, intentábamos escucharnos, pero sin éxito. En el momento de máxima aproximación nos quedamos mirando en silencio uno al otro; no fui capaz de articular palabra, él bajó el brazo y calló también; entre esas dos miradas se instaló la extrañeza, el desconcierto, el temor, la fragilidad; el único sonido que podía escuchar era la corriente marina golpeando suavemente el borde de mi balsa. Nos comenzamos a distanciar de a poco, de manera lenta fue aumentando la distancia entre las embarcaciones; cuando nos percatamos de aquello, volvimos a levantar nuestros brazos; le grité un saludo que no escuchó, mantuvimos nuestros brazos levantados como diciéndonos adiós; por un instante sentí algo parecido a la ansiedad que asoma al momento de una despedida de dos personas que se conocieron, sin tener la certeza de que volverán a encontrarse.
Luego de perderlo de vista, apoyé la espalda en el borde de la balsa que en ese momento la sentí más grande que nunca. Quedé mirando fijamente la línea del horizonte, en silencio. No tuve el ánimo ni las ganas de retomar la discusión.

jueves, noviembre 05, 2020

La pupila audaz

Lo único que se mantiene es el sonido del quillay en invierno. La pupila se contrae al paisaje amplificado por el relámpago.
[Trueno]
Presuroso se aleja el sonido rebotando entre cerros y quebradas
Las hojas se empapan de aguacero

II
“Clases suspendidas”
En casa se prepara la mañana; los ruidos de loza en el comedor de diario, ladridos
En silencio, arriba del techo de un camión estacionado, las pupilas siguen siluetas obscuras y raudas en un cielo encapotado de septiembre.
El oído verifica sus rugidos.

III
Tiene suficiente de ruidos y palabras.
De estas cosas no se habla, se necesita del talento. -Dice.
Lo suyo era la porfía: de qué otra forma podría decir sobre el mar su salobre monotonía.

IV
[Un teléfono]
-Ven, ya ha muerto. La línea telefónica contiene estática que se aprovecha de los silencios, se vuelve rumor espeso permaneciendo junto al mensaje.
Han pasado estos años y aún no cuelga la llamada
De los árboles que lo acompañan, las raíces cuidan de sus huesos, son hilos que les comunican qué pasa ahí afuera: si lluvia o granizo, si escarcha o ventolera.

V
Casi todo ha mudado en estos días, excepto la certeza de su sonrisa.

jueves, octubre 22, 2020

Estragón y Vladimir

-Vladimir… ¿Estás despierto?

- ¿Qué sucede, Estragón? Qué quieres ahora.

- Estaba pensando qué pasaría si nos fuéramos; si mañana al despertar emprendiéramos nuestro regreso a casa.

- … No sé qué pasaría; supongo que no podemos irnos aún, tenemos que esperar.

- Pero si no se presentara; si nunca apareciera por ese camino, Vladimir.

- Sí eso llegara a suceder, entonces nos podremos marchar.

 

Diálogo basado en la obra 'En attendant Godot'  de Samuel Beckett publicado 1952, Paris.

lunes, octubre 12, 2020

Neandertal

 Se encuentra guarecido en la caverna junto a su grupo, sentados alrededor de  un fuego protector siempre encendido al medio de aquella morada colectiva. Les queda poco tiempo sobre ese mundo prístino que fuera su hogar hasta ese momento. Su fin se acerca. Afuera, la obscuridad de la noche ha caído como un espeso manto cubriéndolo todo, momento en el cual emergen los depredadores naturales de aquella formidable progenie ¿Puedes escuchar el aullido del lobo, del oso merodeando en el lugar, del tigre al asecho de su posible presa? Neandertal  toma un trozo de leña encendida del fuego y asomándose nervioso a la noche, atisba con mirada segura su entorno;  se queda un momento mirando el cielo encendido de estrellas casi pudiéndolas tomar con su mano. Una le atrae más, la mira cada noche, la distingue de las otras. Aguza el oído, da una última oteada al paisaje nocturno y vuelve a entrar.

jueves, septiembre 24, 2020

Intermedio XIX

Estaba de espalda, tendido sobre un planchón de nieve a unos 3500msnm; la caminata de ascensión había comenzado a las 5 de la mañana y solo en ese momento tomé un descanso para recuperar algo de fuerzas y atacar la cumbre lo antes posible. La nitidez del cielo era abrumadora, con un azul tan intenso que me hacía suponer estar sumergido en él; la respiración agitada y el corazón a toda máquina haciendo fluir mi sangre. Y entonces ocurrió: apareció en mi campo visual, con toda majestuosidad, un cóndor andino de un tamaño imponente; mi cuerpo quedó petrificado, describió varios círculos sobre mí, sentí todo su poder y ventaja en ese escenario compartido; la altura a la cual realizaba su vuelo me daba la posibilidad de contemplar detalles que de otro modo solo encontraría en fotografías o videos; de su plumaje pude apreciar con toda claridad su hermosa golilla de plumas blancas en su cuello. 
De aquel encuentro, al recordarlo, indefectiblemente aparece la mirada inquisitoria de aquella formidable ave. Inclusive, al llegar a la cumbre con la alegría de haberlo logrado, de estar sobre los 3900msnm, con la vista que se perdía en todas direcciones sin límite; luego con la ruta de descenso sobre la nieve, bajando solo con la ayuda del piolet para controlar la velocidad; todos aquellos momentos están coronados por el encuentro con el espíritu de los Andes.

martes, septiembre 08, 2020

Café nocturno

Da lo mismo que se pierdan en aquellos extensos, infinitos caminos, retazos de sueños no vividos; que la muda palabra petrificada a orillas de aquellas rutas, suplicante como antaño lo fueran los sueños de personas ahora huesos. Nada rescatará con humano empeño ese extenso tiempo perdido; porque ahora nos gana el silencio, nos cubre el olvido; preámbulo piadoso de fresca y joven muerte, que posando sus labios sobre los nuestros, mudará en envejecida a esos ojos entonces muertos.

domingo, agosto 23, 2020

El sueño del escita

De las praderas aquellas, recorridas a caballo; de frente a un sol poniente, como en un esfuerzo de alcanzarlo y abrazar sus infernales llamaradas. Hombre y bestia derrotados por la distancia: impotentes ante la marcha inexorable de la estrella que se aleja.

miércoles, julio 22, 2020

Ciudad breve

Necesito un líder; busco a uno. No puedo más con estos errores míos.
Dejarse llevar por una pequeña idea, una palabra dicha por alguien al pasar; de esas palabras sueltas que se escuchan en el sistema de transporte público de una gran ciudad, por ejemplo. – ¿Conoces algo de latín? –Me interrogaba en una oportunidad mientras caminábamos por las calles adoquinadas de un sector del centro que recorríamos casi siempre en invierno. –La verdad, muy poco; algunas palabras que he ido sumando a lo largo de mi vida, pero nada más. –Contesté a su pregunta mientras en mi cabeza resonaba la palabra ‘rex’ escuchada y aprendida en su equivalente español durante mi infancia; podría decir casi con seguridad que fue la primera palabra aprendida del latín. – ¿Te imaginas esta conversación en latín? Imagina que todo occidente hablara latín. –Se quedó en silencio mirando el pasar de los adoquines bajo sus pisadas esperando mi respuesta. –Qué piensas de esto.  -Insistió mientras nos detuvimos frente a un semáforo en rojo. El sol se escondía entre las siluetas de las edificaciones, proyectando las sombras sobre nuestras cabezas; el día llegaba a su fin, del lado oriente se aproximaban las sombras frías de una agradable noche de invierno. –No creo posible tal ejercicio. –Comencé- Si me obligo a ello, si intento poner esa realidad, seríamos una escena chistosa, al mejor estilo de una parodia televisiva. –El semáforo cambió de color y nos pusimos en movimiento todo el grupo de personas de manera sincronizada; como suele ocurrir en todas las esquinas frente a un semáforo de una gran ciudad. –Intuyo que nada de esto existiría –continué-, nosotros mismo no existiríamos en esa realidad; no sé qué contendría.
Pasó la hora de los líderes, pasó como lo han hecho las grandes ciudades.

viernes, junio 12, 2020

Habitación 717

Cerré la puerta apoyando mi espalda sobre esta hasta escuchar el sonido de la cerradura que me entregaba la seguridad de estar a salvo; me quedé en esa posición por algunos minutos tratando de escuchar los sonidos del pasillo que para mí desgracia estaba alfombrado, lo cual complicaba el intento hasta lo imposible. Los sonidos que podía percibir provenían en su mayoría del área de ascensor y escaleras; algunas conversaciones que incluían risas y expresiones de asombro y que terminaban silenciadas tras las puertas del ascensor. Silencio. Agucé el oído: nada. Sentí que era más fácil percibir aromas, olores que se colaban por los intersticio de la puerta; aromas mezclados de perfumes, cigarrillos, aromas florales que por un brevísimo lapso de tiempo me trasladaron a una infancia tan lejana, tan pálida ahora de colores, que sentí como si esta ya no me perteneciera, como si el tiempo transcurrido rechazara la propiedad que de ella evocaba. Fue breve ese momento, sí, pero fue lo suficiente para querer permanecer en esos recuerdos; obligarme a prolongar la estadía en aquella fracción de tiempo. Exigir a mi memoria todos los detalles, todas las claves que conectaban por similitud de los aromas que ahora percibía. Tabaco rubio, lavanda -¡Oh! Está ardiendo en fiebre el pobrecillo... Contuve la respiración por unos segundos para volver a este presente de aromas conocidos; forcé la mirada absorbiendo todos los objetos que se encontraban en el cuarto; la luminosidad que se filtraba a través de las cortinas, los tonos. Comencé a recorrer la habitación mientras me desprendía de las últimas imágenes que acudían a mi memoria producto de simples aromas. La vida no guarda muchos misterios: comencé a desempacar mientras dejaba mi  existencia moverse libre de recuerdos que quizá no le pertenecían.

martes, abril 14, 2020

Batalla posible

Quedé asombrado la verdad. No me creía lo que veía. Por un momento pensé que aún estaba en mi sueño y era cosa normal lo que ahora ocurría con una naturalidad casi inocente; donde el entorno tampoco se inmutaba y era simplemente eso: realidad. Espacio y tiempo colisionando uno contra otro y generando esta posibilidad.
Mi mirada estaba clavada en dirección a una especie de llanura mezclada con suaves lomajes, donde apenas se dibujaba a la distancia lo que después entendí como un grupo humano preparado para un combate. Mi respiración era acelerada pero firme; una excitación envolvía mi pensamiento y las emociones fluían como verdaderas aguas arrebatadas. Todo esto lo entendía muy claro; todo, inclusive mi entorno estaba armonizado en este momento. Empuñaba una lanza de buena madera ¿Abedul quizá? No sé, alcanzaba a ver su afilada punta de cobre –eso lo pude deducir por su hermoso color rojizo- volví la mirada hacia mi cuerpo y pude verificar  que estaba bien equipado ¡Claro que así era! Pertenecía a un ejército bien formado; sentí sobre mi cabeza un casco o cosa similar, un simple gorro no era, tenía que ser un casco de combate, no había otra posibilidad. El rumor de mis compañeros  parecía  una oración colectiva más que una suma de todas las conversaciones entre ellos; sí, creo que eso era: una oración; estaban rezando para darse ánimo supongo; entonces hice como si también rezara (creo que recé, la verdad)
-¿Estás preparado para morir hoy, camarada? –Preguntó mi compañero del lado izquierdo con los ojos inyectados de emoción; su rostro claro y surcado por líneas que le conferían la edad adulta que supuse, fijó la mirada en mí como esperando una respuesta. Qué otra cosa podría contestar si precisamente en ese momento la idea general de mi situación se volvía evidente -¡Sí, hermano! –Contesté con fuerza, no por convicción sino por consecuencia al diálogo y todo el ambiente en que estábamos envuelto; dudo que otra respuesta hubiese sido prudente. Incluso me dio la impresión que en el caso de una respuesta diferente o ambigua, me hubiese costado la vida en ese preciso momento.
Me sonrió conforme y mi respuesta creo que lo alentó a él también, empuñó su lanza con determinación mientras un jinete montado en su caballo hermoso y enorme, nos daba la indicación de avanzar hacia la liza, donde se llevaría a cabo la batalla. Nos pusimos en movimiento como una sola voluntad, deseosos de entrar en combate. Esto lo supongo porque una vez sentí una emoción similar pero no recuerdo claramente dónde o cuando. En ese momento éramos miles con una sola misión; nuestra marcha ganaba velocidad y sincronía en el paso. Me percaté que en la línea del horizonte una suave polvareda se levantaba sobre nuestros oponentes lo cual evidenciaba que se ponían en movimiento también: Había comenzado la batalla.
Si creía en los universos paralelos esto era una clara confirmación. Lo digo porque uno sabe, o intuye a lo menos, cuando existe una ruptura espacio-temporal. Esta prolongación de lo que conocemos como dèjá vu que estaba experimentando, que por lo general son eventos muy breves de tiempo, al menos era suficiente evidencia para mí. Ganábamos velocidad en la marcha, se escuchaban los primeros gritos para infundir ánimo y valentía. Me entregué a la emoción de la lucha, nada más podía hacer. La otra alternativa o posibilidad era que estuviese durmiendo aún: si así fuera, este sería un buen momento para despertar.

viernes, abril 10, 2020

Intermedio XVIII


Tengo este blog abierto hace un par de años; en más de una oportunidad he pensado en cerrarlo al caer en cuenta que paso más tiempo en la cuenta del pajarito que acá. Las entradas fueron disminuyendo en la medida que las visitas a la otra red fueron aumentando. En definitiva, caí en una especie de placer indolente, pendiente de la actividad ajena más que en la propia. Cerrar cualquiera de las dos -o ambas- aparte de ser una posibilidad, no creo que sea una solución. Cada una tiene su asunto, cada una su color. Sigamos.