martes, julio 12, 2016

La vendedora de perfumes

La feria estaba llena de gente que dispuso ese día sábado en la noche para deambular por el barrio. Una calle completa contenía los diferentes puestos que estaban ubicados a uno y otro lado de esta. La gente se movía lentamente frente a las improvisadas tiendas, mirando todo tipo de curiosidades dispuestas en los mostradores. Había de todo: libros, colecciones de pinturas, trabajos en diferentes telas, joyas, especias traídas de lugares exóticos, casi todo lo imaginable; un poco al estilo de un bazar de medio oriente pero realizado en un barrio de una ciudad occidental. Era un ambiente de fiesta y carnaval que todos disfrutaban en ese momento y en el que yo intentaba encajar. Recuerdo haber estado apretujado contra una vitrina que ofrecía diferentes tipos de rocas ornamentales, cuando dirigí la mirada a una mujer que tenía muchos frasquitos amarrados con un  cordel puesto en su cuello a modo de collar. La quedé mirando por un momento y no pude evitar preguntar qué vendía –perfumes- contestó casi con pudor -¿perfumes?- volví a preguntar de manera ingenua –Sí, perfumes en base a plantas y aceites- Te ves extrañamente hermosa con tu collar –le comenté mientras recorría con la mirada los diferentes frasquitos y sus colores. Sonrió amable mientras me detallaba el nombre de cada uno de ellos y su mejor momento para usarlos –Quiero uno pero no sé cuál- Le dije con verdadero pudor. Se quedó mirándome un momento fijamente, esbozó una sonrisa regalándome todo su rostro, miró su collar y tomó un frasquito con un líquido aceitoso de color azul –Toma, este te quedará bien; póntelo ahora mismo- Lo tomé de su mano, lo abrí no sin un dejo de emoción y lo apliqué en mi cuello una vez –Nada más, es suficiente con eso- me advirtió, a la vez que con sus manos me invitaba a cerrar la botellita nuevamente. –Cuánto te debo- Pregunté –Es un aporte voluntario, tú pones el precio- Busqué en mi bolsillo y le dejé un billete que recibió con alegría. Los aceites comenzaban a mezclarse con la química de mi cuerpo y un suave aroma comenzó a envolverme completamente. –Que estés bien, fue un gusto conocerte- le dije. Me regaló una última sonrisa y nos separamos. El resto de la noche estuve recorriendo cada uno de los puestos, hablando, preguntando, sonriendo; me senté en improvisados locales a beber algo junto a toda esa gente; escuché historias de lugares que nunca visitaré, de gente que nunca conoceré. Un casi imperceptible cambio en la obscuridad anticipaba el fin de la noche. Dichoso como pocas veces, terminé junto a un acuarelista que ofrecía su trabajo. Pintadas a la luz de un pequeño anafe, capturó escenas de aquella feria que prometía terminar. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo cuando vi un cuadro con un personaje que me era especial –Cómo se llama esta acuarela- Le pregunté. Todo en ese cuadro me era familiar, las sombras, los tonos dorados sobre los bultos, aquella mujer que ofrecía su mercancía a ese posible comprador, todo –La vendedora de perfume- respondió luego de echarle un vistazo  –Lo quiero- Agregué, feliz.

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