Literatura y tercer milenio
miércoles, febrero 24, 2010
Durazno
Ya era hora, el tiempo le era propicio. Aprovechando el suave mecer provocado por la brisa tibia de la mañana, soltó su debilitado pedúnculo; y entre aromas de fruta madura, se fue a estrellar feliz, sobre una tierra que le aguardaba.
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