domingo, agosto 24, 2008

Cuento corto

Resulta que se cansó de todo. No quería intentarlo otra vez. En su intento más reciente se lo había prometido: “Es la última vez…” Y claro, no ocurrió como imaginaba. Inclusive, empeoró su escenario. Frunció el ceño, se atragantó con un sollozo contenido, cerró sus ojos y se dejó morir.

jueves, agosto 14, 2008

Intermedio III

Tratando de capturar el máximo de luz posible, mí telescopio de 114mm de abertura me regala un panorama espacial maravilloso; cada uno de aquellos planetas que puedo observar se tornan entonces cercanos y debilitan aún más mis pobres certezas de un universo apenas imaginado.
Maravillosas fajas de colores visten a un Júpiter protector, escoltado en su marcha celeste por sus más de sesenta satélites. Con mí artilugio sólo alcanzo a apreciar cuatro de ellos, todos hipnotizados por su campo gravitacional. -No, no me digas que no te sientes querido, poderoso cúmulo de materia sólida y gas.
Sí, también intuyo tu sonrisa gélido Plutón; nada te importa la disputa entre los hombres sobre tu naturaleza universal. Entonces, Caronte hace chanzas sobre tu nuevo ‘status’ y tú, simulando pesar, revientan luego en carcajadas que alcanzo a escuchar.


PS
Una de las cosas buenas del invierno: Su aire poco turbulento, gracias a las bajas temperaturas, permite una observación más nítida.

martes, agosto 05, 2008

Amigos en el desierto

El sabía que la única posibilidad de salir de ese desierto, era realizando las jornadas de caminata por la noche. Con una provisión de agua que difícilmente alcanzaría para un par de días, se dio a la tarea de optimizar aún más su consumo.
Tras de él, quedaron los cuerpos de sus dos mejores amigos confundidos entre los fierros retorcidos de la aeronave. No dejaba de culparse por no haber impuesto su opinión de lo peligroso que resultaba realizar ese vuelo rasante sobre el salar, sabiendo que las diferencias térmicas en las capas inferiores podrían causar una falta de sustentación de la aeronave. Pero no, prefirió confiar en las manos del que hasta ese momento, fuera su amigo desde los años de colegio y sólo se limitó a intercambiar miradas nerviosas con su otro compañero de asiento que disfrutaba las maniobras y la proximidad del paisaje.
Al llegar el día, se daba a la tarea de buscar un lugar que le permitiera refugiarse del sol y de su peor compañera: La deshidratación. Su contextura más bien delgada y estatura mediana, le otorgaba un cierto aire de debilidad física, sin embargo, poseía un carácter que le permitía sobreponerse a singulares situaciones, por extremas que estas fueran. Prueba de ello, fue aquella oportunidad en la que siendo apenas un joven, salvó a su prima de ahogarse en las aguas de un río que ya reclamaba el cuerpo de la muchacha.
Pero ahora lo intuía distinto, una sensación extraña perturbaba su mente; por momentos se culpaba el haber abandonado los cuerpos de sus dos amigos y no haberles procurado sepultura. Pensó en volver durante todo ese día, -pero, para qué- se preguntaba. Sus amigos ya no lo necesitaban, los recuerdos de ellos serian las únicas cosas que conservaría; recordaría las tardes de conversación y lo mucho que les gustaba discutir sobre filosofía hasta altas horas de la noche. Inclusive, uno de ellos manifestaba su agrado con la idea que su cuerpo quedara olvidado en la tierra –Tan ecológico, este muchacho- se burlaba uno de ellos y todos reían de buena gana.
Cuando comenzó a caer la noche y después de dar un sorbo de agua, se puso de pie y comenzó a desandar el camino recorrido; su objetivo era claro: Ver a sus dos amigos nuevamente. Sintió lo absurdo de su decisión, lo poco razonable que estaba siendo y el riesgo cierto al que nuevamente se exponía considerando lo limitado de su reserva de agua, pero no le importó ¿Era una absurda nostalgia? ¿Un cargo de conciencia? No llegaban respuestas para esas preguntas, por lo tanto, decidió volver al lugar del accidente y una vez estando allí pensaría qué hacer. Por otro lado, aún quedaba otro envase con agua que no pudo llevar en su momento, a demás, sería bueno rescatar el botiquín que seguramente contenía medicamentos que podría necesitar.
Ajustó sus horarios de marcha, lo que le permitió llegar al sitio del accidente con el amanecer. A lo lejos se divisaba los restos del fatal accidente y tuvo la sensación de un hielo recorriendo todo su cuerpo acompañado de una infinita paz que le hacía sentir como si sus pasos estuvieran levemente por encima de la superficie del suelo. Sí, ahora se encontraba tranquilo ante la imagen del desastre, como si se hubiese sacado una roca de encima, la cual casi reventaba sus huesos. La certeza de lo correcto en su decisión, le entregaba la tranquilidad y aceptación de ver entre los fierros retorcidos, los restos de aquellos tres amigos.