domingo, diciembre 21, 2008

Sueños

Nada cansa de tu figura.
Ni tus pasos, ni tu aliento.
Tiemblas con la sola idea de comenzar de nuevo. Cuántas veces te lo has prometido y a los que crees que te miran: “Esta noche no, esta vez lo lograré…” Y no obstante, al caer la noche y emerger los sueños, sale de ti, como si estuviese alojado en tus entrañas y sólo fueras un espectador o un contenedor de algo que aborreces; e imaginas lugares donde ocultarte, para que luego aquello no te encuentre a su regreso. Imaginas que lo engañas al mover las cosas o en repetir hasta el cansancio un sonido cualquiera casi convertido en mantra. Pero no puedes: Ahí viene de vuelta de su cacería onírica, dispuesto a devorar tu frágil cuerpo. Ya no depende de ti, te lanzas sobre él desgarrando su cuerpo con tus dientes, los alaridos que emite de dolor consume el oxigeno de tu entorno, te ahogas. Despiertas.
Nada cansa de tu figura.
Ni tu risa, ni tu intento.

jueves, diciembre 11, 2008

Espejos y ventanas

Se incorporó pesadamente desde su lecho, para quedar finalmente sentado en la orilla de la cama. Una débil luz entraba por la ventana en forma de haz entre las dos cortinas, la que terminaba estrellándose en la ropa de cama ahora revuelta. Movió su cuerpo semidesnudo hasta el escritorio y contempló su trabajo nocturno. Este se hallaba en un computador portátil junto a algunos libros, recortes, lápices y fotografías puestas de manera caótica sobre la superficie de este. Le dio un ligero vistazo y se desplazó hacia el cuarto de baño. Encendió la luz y quedó observando su rostro reflejado en el espejo. Su pelo desordenado y una barba de varios días, entregaba una visión la cual contempló por un largo momento generándole pudor. Mientras abría el grifo del agua, bajó la mirada sólo para volver a pegarla contra el espejo. Luego de terminar con el baño, dio una nueva mirada a la imagen un tanto difusa esta vez por la concentración de humedad. Apagó la luz y dirigió los pasos hasta el escritorio, dispuesto a continuar con el trabajo de la noche anterior. Dejó que una mirada escapara por entre las cortinas, como lo haría un mensajero, esperando que volviera con imágenes y noticias de un mundo que estaba más allá de las personas. Leyó el último párrafo:
“…La vista más próxima que tenía desde su cuarto, era la actividad de una ciudad pequeña cercana a la costa, con sus calles angostas atestadas de gente. Un poco más distante, se apreciaba la actividad incesante que se desarrollaba en el muelle. La vista terminaba en un mar obscuro, salpicado de embarcaciones que realizaban, en su mayoría, labores de pesca. Soltó lentamente la cortina y se desplazó hacia el baño, sin antes encender un viejo anafe donde haría hervir agua y preparar un café. Encendió la luz del cuarto de baño y se quedó observando su rostro sobre el espejo. Su pelo desordenado y una barba de varios días, entregaba una visión que le desagradaba, sitió pena por aquella imagen. Preparó la ducha con esmero, vigilando que nada le faltara al momento de encontrarse dentro de ella: Su toalla, el cepillo de dientes, la crema dental, su máquina de afeitar y la ropa que ese día vestiría. Luego de terminar y una vez vestido, dio una nueva mirada a la imagen del espejo un tanto difusa esta vez por la concentración de humedad: Sonrió. Desconectó el anafe y preparó su café. Lo bebió con calma y agrado, dejando que su mente divagara en cosas sin sentido aparente; para luego regresar a él y luego volver a divagar, casi como una respiración o un latido. Su corazón se aceleraba de emoción con la idea de su partida para ese momento. Dejó la taza vacía sobre la cama y se dirigió hasta el escritorio; corrió las cortinas y abrió la ventana por la cual presuroso, entró el ruido exterior acompañado de una brisa gratificante. La mutación ya había comenzado en su cuerpo, sintió la ligereza en sus huesos que le permitió saltar hasta la orilla del ventanal. Sus ojos brillaron de vida. Abrió sus alas y se marchó…”
Quedó mirando por largo rato el trozo que había leído. Sintió que no podía seguir con el texto: Lo dejó. Incorporó su cuerpo y se aproximó a la ventana para abrirla; separó las cortinas y quedó contemplando imágenes sueltas de un paisaje que se volvía ajeno, no así la brisa que acariciaba su rostro. De pronto, un pájaro envuelto en toda su hermosura, se posó sobre la cornisa de la ventana y mientras dejaba sobre ésta un pequeño guijarro, abrió sus alas y desapareció. El hombre, maravillado por tan prodigiosa visita, quedó inmóvil contemplando la escena. Mientras su cuerpo se estremecía de emoción, tomó el guijarro entre sus dedos y comenzó a viajar entre las formas y colores del inesperado obsequio.

miércoles, noviembre 26, 2008

Minerva

¿Qué cuánto tiempo llevaba viajando? La verdad, los indicadores así como la computadora de abordo, dejaron de entregarle esa información hace mucho tiempo. Lo calculaba con un simple obsequio que le entregara su padre durante su infancia, este consistía en una especie de clepsidra hecha con un material triturado finamente. Su padre había encontrado este material en el desierto, proveniente del espacio en forma de meteorito. El recorrido completo desde un lado al otro del material, tardaba aproximadamente una hora, lo que le permitía realizar cálculos de ubicación y tiempo, que a pesar que de nada le servía, al menos mantenía ordenada su cabeza. En un momento, miró por una ventanilla lateral hacia el espacio, y contempló un paisaje extrañamente familiar.
La nave en cuestión se podría decir que era perfecta. En ella se había ocupado los mayores avances de la industria, sobre todo lo relacionado a los materiales. Alcanzar la velocidad de la luz, era un sueño del intelecto humano por siglos, se tenía la impresión de completar un circulo perfecto del desarrollo del genero humano. Las pruebas de laboratorio sólo confirmaban los cálculos y teorías del mundo científico. Era la mejor forma de saludar la llegada del siglo XXVII para una sociedad sedienta de nuevos logros.
La decisión de realizar el lanzamiento desde la tierra y no desde alguna de las colonias existentes, había generado cierta tirantez entre los líderes del proyecto, así como de los representantes de la tierra en las colonias espaciales. No obstante, la cuestión quedó superada por un detalle casi poético en ese momento, el cual señalaba que si la tierra aún podía emprender ese tipo de proyecto, debiera ser desde allí que partiera el primer viaje. Después de todo, no existía una razón lógica que respaldara el veto a la tierra como lugar de lanzamiento. Por otro lado, el proyecto era demasiado trascendental como para recaer en ese tipo de sutileza.
Su designación como único tripulante para el vuelo experimental, no le sorprendió. Pidió ser trasladado a una zona de América del Sur, donde pretendía descansar y ordenar sus ideas. Existía una atracción especial en él por aquella zona, disfrutaba contemplando el cielo nocturno, que según él, superaba por mucho al del otro hemisferio. Era un alma pacifica, llena de inquietudes por las cosas; todo lo asombraba, a todo se entregaba con dedicación y estudio. Una de sus fascinaciones, era la historia del hombre y su desarrollo intelectual. Con especial entrega había estudiado la sociedad del siglo XX, que según él, desde ese periodo, la humanidad comenzó a pensar en serio la prolongación de la vida del género humano, por todo el universo. Tenia sentido entonces, aquello que algunos proponían ya en esos tiempos, como la existencia de vida inteligente fuera de la tierra; una certeza que estaba guardada en la profundidad de nuestros genes y fluía a aquellas conciencias en la forma de una intuición o un sueño.
Nada de lo que hasta ese momento veía por la ventanilla, podía reconocer; no obstante, la imagen de aquel paisaje espacial le era tan familiar. Miró nuevamente y pudo recordar en aquella configuración binaria de esos planetas, un sueño que fuera recurrente en su infancia, que ahora golpeaba con fuerza demoledora todas sus pobres certidumbres. Aquellos planetas hermanados en una órbita eterna que semejaba una danza entre dos enamorados, le miraban. Aquel baile también era observado por una estrella, distante unos ciento setenta millones de kilómetros. Corrigió un poco el rumbo, moviéndose en dirección a aquellos planetas, y dejó que su nave fuera atraída suavemente por el campo gravitacional. Miró la pantalla, que en esos momentos le entregaba un detalle de la composición química de los planetas, la cual contenía evidencia de una atmosfera benigna en ambos.
Entonce, si ocurriera que aquel sueño de infancia se hacia realidad, también era posible que supiera quienes le aguardaba en aquel nuevo hogar. Sus ojos revivieron de esperanza, al emerger desde el fondo de sus recuerdos, el nombre de Minerva.

miércoles, noviembre 12, 2008

Intermedio IV

No me considero un cinéfilo. Es más, no frecuento salas de cine. No obstante, existen producciones que me han conquistado, con ciertas escenas. Un par de ejemplo ayudará a explicar este punto.
Si usted, a tenido la posibilidad de ver “The Shining” o “El resplandor” sírvase tener a bien, recordar la escena cuando Jack (Jack Nicholson) sostiene un encuentro con Delbert Grady (Philip Stone) en el baño de caballeros ¿Recuerda? La atmósfera que se logra crear en aquella escena, es impresionante. Mejor para mí gusto, que la escena donde el personaje central, asoma la cabeza por la puerta rota a hachazos.
Otra película que contiene de esas escenas, sería “Blade runner” Claro que en este caso, posee dos escenas de aquellas. La primera, es el diálogo que sostiene Roy Batty (Rutger Hauer) casi al finalizar su vida de replicante, con Rick Deckard (Harrison Ford) Admirable (con paloma y todo) Y la segunda, es una escena romántica, entre Rachael (Sean Young) y Rick Deckard (Harrison Ford) en el departamento de éste. El diálogo de “Kiss me”, “I want you” y “Put your hands on me” realmente sensual.
Y para finalizar, una película extrañamente suave; sin ningún tipo de complicación, es ideal para, sencillamente verla. Me refiero a “Lost in translation” Llena de detalles. Como los encuentros que sostiene Bob Harris (Bill Murray) con Charlot (Scarlett Johansson) en el bar del hotel. Logrando que nos “enganchemos” con sus vidas. Los paseos por la ciudad, la fiesta de karaoke, e inclusive, las reuniones de grabación que debe realizar Bob Harris (Bill Murray) para una afamada marca de whisky. Mención a parte, merece el trasero de antología de Charlot (Scarlett Johansson) al inicio de la película. Memorable.
Si fuera usted tan amable, dígame diciéndonos, cuál es la escena de su película.

jueves, octubre 30, 2008

De copas

(O tres canciones, para un no adiós)

Supuestamente estaría con un grupo de amigos, celebrando la promoción de la que fue objeto, por su brillante desempeño laboral. Se despidió de sus compañeros de oficina y con un alegre “Hasta mañana…” se retiró por los pasillos de la empresa que había confiado a él, el desarrollo de las estrategias comerciales en un mercado, que se volvía cada vez más impredecible.
Hacía mucho no sentía la calle bajo sus pies; dejar la mirada descansar en otros rostros, que presurosos, se dirigían hacia todos lados. Ese día también prefirió dejar su coche en casa y olvidarse de la tensión diaria que produce el conducir. Necesitaba estar consigo mismo y replantearse algunas cosas que no estaban, según él, en su mejor momento. El viento de una insinuada primavera, sumado al ruido de una ciudad que bulle, le entregaba un sentido de pertenencia que extrañaba desde algún tiempo. Se alegró de ver acertada su decisión de caminar la ciudad en busca de nada específico.
Sin desearlo quizá, sus pasos lo llevaron hasta un pequeño bar que frecuentaba en sus días de soltería. Entró sin pensarlo y escogió un lugar bien ubicado, que le permitiera ver el paisaje de la calle a través de un ventanal. Se acomodó en su silla, alcanzó su celular desde un bolsillo y lo apagó. Mientras lo volvía a guardar, se le acercó la persona que atendería su pedido y le hizo entrega de la carta acompañado de un saludo cordial. La miró por cortesía, pues él ya había determinado su elección, inclusive, antes de ingresar al bar. Realizó el pedido y la persona se retiró solícitamente.
Mientras miraba hacia el exterior, comenzaba a sonar de fondo “Stay (faraway so close)” del grupo U2, y con el sonido de aquella canción, emergió el motivo que lo mantenía en un estado parecido a la tristeza. En un impulso, intentó conseguir un cigarrillo, el cual había dejado hace un par de años. Afortunadamente pudo contenerse y relacionar su deseo con una imagen de él mismo, hace algunos años atrás. Se contuvo. Esbozó una sonrisa al darse cuenta que en su mesa ya se encontraba su pedido, y él ni siquiera se había percatado. Tomó su vaso y le dio un primer sorbo, que inundó agradablemente toda su boca.
Cómo explicarle a ella que ya no sentía lo mismo; que las cosas habían cambiado, no por decisión de él, sino por el paso del tiempo que todo lo muda y trastoca. Que ya no se veía reflejado en los ojos de ella. Que la sonrisa de antes, se había vuelto mezquina con la relación de ambos, y un silencio se instalaba presagiando el final intuido por él. Le dolía el recuerdo de sonrisas entre los pasos apurados ante la sorpresa de una lluvia. Su espalda ya no era la misma; su aroma inclusive, era distinto. Un pelo tinturado escondía la belleza ausente de un cabello que se apagaba. El saludo de rigor de las mañanas, el sexo repetido en una formula ya aprendida hasta la saciedad. Hasta compartir las comidas se volvía precario.
Hoy se lo diría; a que prolongar esta situación desgraciada. Se guardarían mutuo cariño. Sería una actitud madura mirarse y decir adiós. Es que hay que poner punto final cuando las cosas se vuelven inmanejables. Después de todo, no sería él el primero en tomar una decisión de este tipo. Las estadísticas le daban la razón. Lo importante era causar el menor daño posible en su entorno cercano. Después de todo fueron varios años de estar juntos y compartir un mismo techo. Ella se quedaría con el departamento y él con el coche. Tampoco necesitaría los muebles en un primer momento. Quizá, el equipo de audio y su colección de discos.
Afuera comenzaba a obscurecer, y las imágenes comenzaban a perder sus colores, volviéndose monocromáticas por la falta de luz. Pidió la cuenta para aprovechar de caminar la escasa claridad que quedaba en el ambiente, y marcharse a casa donde lo aguardaba su realidad. Encendió su teléfono, comprobó varias llamadas perdidas. Tomó la cuenta, dejó una propina y se marchó. El alcohol en su sangre le hacía percibir de manera mucho más amable su entorno. Enderezó su espalda, contrajo los hombros y se dispuso volver a casa a terminar de una vez, con lo que él creía, se estaba volviendo en una relación desastrosa.
Hizo detener un taxi, le entregó la dirección y el chofer se dirigió sin dilación al domicilio solicitado. Miraba por la ventana del coche las imágenes, que de manera presurosa, pasaban como una película que intentaba grabarse sobre otra ya filmada. Una donde existía el rostro de aquella mujer, a la cual se disponía a abandonar. Un nudo se formo en su garganta al ver una publicidad de una marca de automóvil que a ella le encantaba, y que fuera relevante al momento de adquirir su actual coche. La tibieza que había al interior del taxi, reconfortaba el frío que venia generándose en su interior. Escuchó con una extraña mezcla de sensaciones, un tema que sonaba en la radio del taxi “The universal” del grupo Blur; se dejo inundar por la música y comenzó a viajar lejos de allí. Una vez que llegaron a destino, canceló el taxi y descendió tranquilamente. Al comenzar a recorrer la distancia que separaba la calle de su departamento, sintió el motor del taxi que lo había traído, confundirse con el ruido sordo de la calle, hasta que finalmente, desapareció.
Introdujo la llave en la cerradura de entrada, se armó de valor para enfrentar la realidad para la que supuestamente, se había preparado. Giró la llave y con esto abrió la puerta e ingreso a su morada. La mujer apareció como casi todas las tardes, desde el pasillo que daba a la recámara. Lo miró con profundo amor en sus ojos; él, casi como un niño debilitado por las fuerzas del amor que lo superaba, se aproximó a ella y la abrazó como no lo hacía hace mucho tiempo –Cómo estás, cariño- Le dijo ella, con su voz que lo envolvía todo –Bien. Ahora bien, amor- Le contestó sin soltarla de ese abrazo. Mientras, en la radio comenzaba a sonar “I’am not in love” del grupo 10cc. y la noche traía tranquilidad a una ciudad que se adormecía.

jueves, octubre 23, 2008

En la cordillera

Sentó su cuerpo en aquella cornisa de hielo, agotado por el esfuerzo de subir hasta allí. Con cuidado dejó colgar sus piernas cansadas por la ascensión. Era una vista maravillosa ¡Dios mío, como le recordaba a su planeta natal!

martes, septiembre 30, 2008

En el Metro

Perdí la cuenta del tiempo que he estado viajando en éste metro. Han pasado mil veces las mismas estaciones y no obstante, aún no me decido a bajar ¿Por qué será? No creo que se trate de alguna especie de fobia al exterior o a los espacios abiertos, porque de otro modo no se explicaría el hecho de encontrarme aquí, y no por ejemplo, en mí casa. Es infinito el flujo de pasajeros que amontonados, marchan y se desperdigan en cada estación, y en esas mismas estaciones, se juntan con otras gentes en una especie de posta humana infinita. ¿Hacia dónde van? Esta pregunta en algún momento impulsó el levantarme y ver hacia dónde se dirigían, pero la verdad, algo me retuvo en ese momento; una especie de miedo de alterar mi entorno, fue lo que me clavó al asiento y las excusas que encontraba para justificar esa actitud, apuntaban más bien a un velado desasosiego que a una respuesta razonable. Curioso.
No hace mucho, estuve por algunas semanas dentro de unos talleres de mantenimiento, por fallas recurrentes en el vagón que precisamente viajaba. Realizaron cambios de partes electromecánicas, también revisaron el sistema de freno de todo el carro en busca del origen de la falla, la que provocaba que esas partes duraran tan poco en funcionamiento. Para mí, que llevaba tanto tiempo en el carro, me resultaba fácil individualizar el problema: Era claro que se encontraba en un desgaste producido en el tope de la puerta, lo cual aumentaba la tensión del sistema de cableado, y con ello, el esperable cortocircuito que inutilizaba el sistema de puertas. Pero en fin, no era fácil tampoco que estos hombres escucharan a un simple pasajero, dando opiniones técnicas sobre un trabajo por el cual se supone, le pagaban a todo el equipo de mantenimiento. La presión la recibía el equipo completo por parte de la gerencia, al ver que un carro, de última generación, que llevaba menos de tres meses en funcionamiento, pasara más de veinticinco por ciento del total de las horas mensuales, en talleres de mantenimiento. Un chico, aparentemente aprendiz de mecánico, intuyó el desperfecto al ‘poner oído’ en la puerta al momento de realizar algunas pruebas. El equipo, un poco escéptico al principio, de malas ganas avanzó por las pistas que entregaba éste muchacho. Sorpresa para ellos cuando, al levantar las tapas que cubren todo el sistema de cableado, se encontraron con el origen del problema. Entre bromas y felicitaciones, saludaron la astucia del aprendiz de mecánico.
Después de ese evento, el tren sólo volvía al taller para realizar las mantenciones preventivas, y de manera diaria el aseo a sus carros. Claro que esto se llevaba a efecto en otro sector del patio de maquinas. El resto del tiempo era un eterno viaje, recorriendo las líneas y estaciones con dirección a ningún lado, como esperando secretamente divisar la estación en la cual debía bajar. Pero no, nunca la divisaba del todo; no sé si por el exceso de pasajeros o falta de iluminación, el asunto era que no lograba dar con ella. En algunos casos me desconcentraba con los rostros de la gente, o algún diálogo entre pasajeros que llamaba mi atención de manera particular, lo cual solamente supongo, porque en más de una ocasión recuerdo haberme hecho el firme propósito, de no desconcentrarme y vigilar el camino. Pero así y todo no daba con ella, lo cual obviamente me provocaba una sensación de frustración, y me antojaba levantarme del asiento y tirar del freno de emergencia. Una vez casi lo realizo: Tenía todo planeado, era cosa de levantarme, hacerme el espacio entre toda la multitud y tirar de la manilla. En algunos modelos de carro existe un botón el cual uno debe presionar, mi carro tenía el sistema de manilla, el cual personalmente considero más efectivo no sé porque razón. Lo que impidió concretar mi loca idea fue el temor a caer en un procedimiento administrativo con ribetes policiales insospechados, lo que en definitiva me retrasaría aún más en el propósito de encontrar la estación para volver a mi hogar.
La verdad fueron muchas las oportunidades que pude hacer algo, y no obstante, me quedaba impávido en mi puesto, con una mirada ausente que exteriorizaba en un aire de apatía a manera de defensa ante la gente; no quería dar la impresión de no saber que hacer en una situación tan límite como aquella. Optaba por darme tiempo para pensar una nueva estrategia que permitiera alcanzar mi objetivo. Así y todo, cada vez más, las estrategias que intentaba desarrollar incluía un factor que no quería observar. Por alguna extraña razón lo encontraba casi surrealista, algo digno de una pesadilla. Pero el resorte que salto en una oportunidad me hizo considerarla dentro de las posibilidades. Ese resorte fue el encuentro con mi hermano que no veía hace varios años, y con el cual estaba un tanto distanciado por peleas de sangre, que aunque bien se trate de una tontera, éstas alcanzan niveles casi imposibles de sortear. El encuentro se produjo una mañana a eso de las diez. Se sentó al frente de mí y me dirigió una mirada que creo no olvidaré tan fácilmente. Era una mirada vacía, sin una pizca de cariño o indicio de afecto. Ya me hubiese gustado que lo viera nuestra madre ya muerta lamentablemente; ella sabría dirigirle unas cuantas palabras como sólo ella podía hacerlo. Mi hermano era menor que yo y la relación que mantenía con nuestra madre, era de un cierto privilegio que en mí no generaba envidia alguna, sino más bien, ternura hacia ambos. El asunto fue que me quede mirando, con la secreta esperanza que reconociera en mí la mirada honesta de un hermano, que siempre lo amó más allá de toda diferencia estúpida. Que aunque los años habían pasado marcando rumbos tan distintos para cada uno de nosotros, aún existía ese lazo de hermandad que nos inculcaron nuestros padres, y en especial, nuestra madre en él. Pero nada. Ni una sola mirada obtuve de aquel hombre, al cual yo me presentaba como a un extraño. No quise dar mi brazo a torce y miré por la ventana, buscando una excusa para no verlo.
En el trayecto, el tren entra en una zona de túneles y elevaciones, las cuales vuelven entretenido el viaje para todos. Uno podía estar muy ocupado en sus cosas, pero al momento de ingresar en ésta zona, el viaje se vuelve más amable para todos. Esta zona también permite extraer el aire ya viciado de los carros, lo cual mejora el ánimo en todos los pasajeros. Diferentes tipos de publicidad y olores abundan entonce, inclusive, se puede observar con mayor detalle, las diferentes estrategias de ingeniería al momento de construir los pilares y pasadas que sustentan el sistema de transporte en su conjunto. Se puede observar arcos, tramos rectos y un sin fin de combinaciones de este tipo. Los espacios para el flujo de pasajeros se vuelven más amplios, lo cual es una señal que estaríamos frente a uno de los más recientes tramos entregados al uso público. Escalas mecánicas de cuatro filas, completan esta zona que abarca varias estaciones, entregando mayor comodidad, pero sobre todo, un aire de modernidad que invita a imaginar un futuro más benigno.
En uno de estos tramos entre estación, ocurrió ese evento que trajo hasta mí aquella posibilidad negada hasta ese momento, y no aceptada del todo aún: Una mujer de mediana edad, bien vestida y con un aroma demasiado floral para mí gusto, le preguntó a mi hermano si tenia hora que le informara, a lo cual respondió con toda amabilidad mirando el reloj que vestía. Pero grande fue mi sorpresa cuando me percaté que aquel reloj era el mío, el mismo que una vez me fuera entregado por nuestro propio padre ¿Qué hacia él con mí reloj? La mujer agradecida le hace notar lo hermoso de mí reloj, a lo cual él, con su voz ya no tan grave como al inicio, sino más bien como yo la recordaba, le dice -Era de mí hermano...primero de mí padre, luego de él y ahora mío- La mujer lo miró con profundo silencio – Sí, es un reloj muy hermoso- respondió ella y se quedaron en silencio el resto del trayecto.
Me quede asombrado por el suceso, él dio vuelta la mirada buscando la ventana, con una actitud similar a la que tuve con él. Sus ojos brillaron entonces, recién pude reconocer a mi verdadero hermano en esa mirada que se estrellaba con los objetos del exterior. En un acto reflejo, cubrió con un suave tironcito dado a la manga de su chaqueta, el preciado reloj. Me quedé largamente observándolo, mis ojos también se nublaron cuando volvió a mi mente aquella imagen del hermano y todos aquellos momentos vividos en una infancia eternamente recordada. Él también recordaba, su mirada lo delataba. Sus ojos nublados por la humedad estaban llenos de amor y pareciera que aquel enojo de antaño no existiera más. Luego, una sonrisa llena de vida se le dibujó en su rostro, e inmediatamente acudió a su billetera y contempló una foto donde estábamos los dos, asentó con la cabeza y la guardó, tomó una bocanada de aire limpio y fresco que entraba por las puertas recién abiertas y su rostro se tornó feliz. Pidió permiso a la mujer que estaba a su lado y se levantó, para finalmente perderse en aquella multitud.
Sólo en ese momento acepté aquella posibilidad, cierta a todas luces. Cómo era posible que estuviese muerto. Yo... ¿muerto? Y si es así, cuándo ocurrió. No, debe existir otra explicación para éste fenómeno. Mientras tanto, seguiré buscando mi estación, que para ser honesto, no recuerdo muy bien cual es. También debo reconocer que aquel encuentro con mí hermano a sido una prolongación infinita de alegría, y me ha ayudado a soportar éste eterno viaje.

lunes, septiembre 01, 2008

El libro del tiempo

Pidió ser conducido hasta la pequeña biblioteca que se ubicaba en la esquina izquierda de la abadía. Luego de esperar un momento, un religioso lo acompañó hasta la puerta de entrada y se marchó. Entró con pasos apurados hasta una pequeña mesa de estudio, la cual se ubicaba bajo la única ventana por la que entraba un débil sol invernal. Dejó sobre la mesa algunos alimentos y una provisión de aceite para la lámpara; desenrolló un papel que se encontraba previamente atado por un cordel, el que fue retirado cuidadosamente. En este, se podía leer algunos signos, los que entregaban indicaciones de alguna especie de catálogo. Lo vio con calma por unos minutos y se dirigió hasta los estantes que se elevaban por toda la pared de la biblioteca; contó las filas, luego las columnas y ayudado por una escala, subió algunos metros de peldaños. Tomó con dificultad un voluminoso códice y bajó con todo el cuidado; sintió un cosquilleo en la nariz que casi le hizo estornudar, con el consiguiente riesgo de caer o dejar caer el pesado códice. Llegó al nivel del suelo y se dirigió con cierta ansiedad hasta la mesa de trabajo y sintiendo la proximidad de sus captores, se dio a la tarea de descifrar los escritos.

Dos días antes de su arribo al monasterio, pudo localizar a la persona que estuvo con él al momento de realizar el hallazgo. En aquella oportunidad, la arqueóloga y filóloga a cargo del grupo de excavación, supo perfectamente bien el riesgo que se corría al dejar en las manos equivocadas, tan valiosa información. Por esa razón, estuvo dispuesta a cooperar y guardar silencio.
Está usted segura, que los datos contenidos en este rollo no han sido vistos ni copiados por nadie –Le preguntó a la mujer, que mientras ésta le pasaba el rollo, recibía de aquel el dinero acordado-
Descuide, nadie más lo ha visto –Le dijo con voz convincente- He recibido mucha presión para confesar la existencia de este rollo. Le prometí conservarlo hasta su regreso y he cumplido, sólo espero que sepa lo que está haciendo.
El hombre no supo descifrar el mensaje que decía la mujer con sus palabras en combinación con su mirada. Sólo atinó a forzar una sonrisa acompañada de una mirada dubitativa
–Vendrán por mí muy pronto, sólo le pido que los distraiga todo lo que pueda, para ganar un poco más de tiempo- Le decía a la arqueóloga, mientras guardaba nerviosamente el rollo recién entregado, en su chaqueta terracota.
- No se preocupe, tendrá todo el tiempo del mundo…

Los integrantes de la hermandad, andaban tras los pasos de él desde el momento que arribó al país, no querían correr el riego de dejarlo escapar esta vez. Siempre fue considerado como una amenaza, sobre todo, desde que se involucrara en los trabajos de excavación en el sur de Turquía y el rumor que en aquella oportunidad, se había logrado el hallazgo de las indicaciones para la interpretación de cierto libro. Esto puso en alerta no sólo a aquella hermandad, sino también a toda la iglesia. Así fue que con la utilización de un grupo de informantes, se dieron a la tarea de detenerlo lo antes posible para interrogarlo sobre sus hallazgos. La arqueóloga fue una de las personas que recibió la visita de este grupo, luego de ahí, las pistas los condujo hasta el monasterio.

Siguiendo las indicaciones del rollo, empezó a reunir cada palabra en una hoja, cuidando de no cometer error alguno en la transcripción del texto. Su prolijidad al trabajar sólo demostraba la profunda humildad de su empeño. A pesar de saber la inminente presencia de sus captores, intuía cercana su libertad; sus años de estudio y sacrificio podrían tener una recompensa siempre y cuando alejara de él el deseo vehemente de éxito y fama. Resonaba en su cabeza una oración medieval hecha canto, la cual siempre le entregó tranquilidad ante la presencia de desasosiego. Mientras mezclaba una y otra palabra del códice, sonaba en él esa melodía. Las líneas de palabras estaban ya escritas y sólo quedaba iniciar el ciclo de pronunciación mirando simultáneamente la imagen que correspondía a la palabra. La lámpara alumbraba de manera tenue las anotaciones realizadas en el papel. La primera palabra se podría traducir como “piedad” y el ícono correspondiente, era un cuerpo decapitado; la segunda palabra significaba “vientre” y su ícono era una crátera; y así continuó con las palabras e íconos siguientes.

Al llegar al monasterio, exigieron la presencia del abad inmediatamente, a quien le pidieron que les enseñara la ubicación de la biblioteca de la abadía. El abad no pudo oponerse a la petición hecha por los visitantes, trató de demorar al máximo sus pasos, lo cual irritaba al resto del grupo, no obstante, se dirigían inexorablemente hacia la biblioteca. Una extraña vibración se podía percibir en el ambiente, el aire se volvió enrarecido y pareciera que los pasos provocaban un sonido metálico; el nerviosismo de todos fue evidente. Uno de los hombres del grupo pudo intuir cual era la puerta de entrada y aceleró la marcha sobre los demás, inclusive, del propio abad. No permitiría que escapara esta vez, no si él podía evitarlo. La vibración entonces se hizo más fuerte y se traspasaba a los muros generando un ruido que envolvía toda la estructura. Los hombres se quedaron petrificados ante el fenómeno, pero no así el que se había adelantado. Una luminosidad salía por debajo de la puerta la cual dejaba en evidencia que allí se encontraba su objetivo. Entre el pánico y la confusión sólo atinó a darle una patada a la puerta para derribarla, pero justo en ese momento, una fuerte luz blanca encandiló a todos haciéndolos cubrir sus ojos.
Cuando todo hubo terminado, entró presuroso el grupo de hombres junto al abad, sólo para constatar que aquella biblioteca, apenas alumbrada por una lámpara de aceite, estaba vacía.

domingo, agosto 24, 2008

Cuento corto

Resulta que se cansó de todo. No quería intentarlo otra vez. En su intento más reciente se lo había prometido: “Es la última vez…” Y claro, no ocurrió como imaginaba. Inclusive, empeoró su escenario. Frunció el ceño, se atragantó con un sollozo contenido, cerró sus ojos y se dejó morir.

jueves, agosto 14, 2008

Intermedio III

Tratando de capturar el máximo de luz posible, mí telescopio de 114mm de abertura me regala un panorama espacial maravilloso; cada uno de aquellos planetas que puedo observar se tornan entonces cercanos y debilitan aún más mis pobres certezas de un universo apenas imaginado.
Maravillosas fajas de colores visten a un Júpiter protector, escoltado en su marcha celeste por sus más de sesenta satélites. Con mí artilugio sólo alcanzo a apreciar cuatro de ellos, todos hipnotizados por su campo gravitacional. -No, no me digas que no te sientes querido, poderoso cúmulo de materia sólida y gas.
Sí, también intuyo tu sonrisa gélido Plutón; nada te importa la disputa entre los hombres sobre tu naturaleza universal. Entonces, Caronte hace chanzas sobre tu nuevo ‘status’ y tú, simulando pesar, revientan luego en carcajadas que alcanzo a escuchar.


PS
Una de las cosas buenas del invierno: Su aire poco turbulento, gracias a las bajas temperaturas, permite una observación más nítida.

martes, agosto 05, 2008

Amigos en el desierto

El sabía que la única posibilidad de salir de ese desierto, era realizando las jornadas de caminata por la noche. Con una provisión de agua que difícilmente alcanzaría para un par de días, se dio a la tarea de optimizar aún más su consumo.
Tras de él, quedaron los cuerpos de sus dos mejores amigos confundidos entre los fierros retorcidos de la aeronave. No dejaba de culparse por no haber impuesto su opinión de lo peligroso que resultaba realizar ese vuelo rasante sobre el salar, sabiendo que las diferencias térmicas en las capas inferiores podrían causar una falta de sustentación de la aeronave. Pero no, prefirió confiar en las manos del que hasta ese momento, fuera su amigo desde los años de colegio y sólo se limitó a intercambiar miradas nerviosas con su otro compañero de asiento que disfrutaba las maniobras y la proximidad del paisaje.
Al llegar el día, se daba a la tarea de buscar un lugar que le permitiera refugiarse del sol y de su peor compañera: La deshidratación. Su contextura más bien delgada y estatura mediana, le otorgaba un cierto aire de debilidad física, sin embargo, poseía un carácter que le permitía sobreponerse a singulares situaciones, por extremas que estas fueran. Prueba de ello, fue aquella oportunidad en la que siendo apenas un joven, salvó a su prima de ahogarse en las aguas de un río que ya reclamaba el cuerpo de la muchacha.
Pero ahora lo intuía distinto, una sensación extraña perturbaba su mente; por momentos se culpaba el haber abandonado los cuerpos de sus dos amigos y no haberles procurado sepultura. Pensó en volver durante todo ese día, -pero, para qué- se preguntaba. Sus amigos ya no lo necesitaban, los recuerdos de ellos serian las únicas cosas que conservaría; recordaría las tardes de conversación y lo mucho que les gustaba discutir sobre filosofía hasta altas horas de la noche. Inclusive, uno de ellos manifestaba su agrado con la idea que su cuerpo quedara olvidado en la tierra –Tan ecológico, este muchacho- se burlaba uno de ellos y todos reían de buena gana.
Cuando comenzó a caer la noche y después de dar un sorbo de agua, se puso de pie y comenzó a desandar el camino recorrido; su objetivo era claro: Ver a sus dos amigos nuevamente. Sintió lo absurdo de su decisión, lo poco razonable que estaba siendo y el riesgo cierto al que nuevamente se exponía considerando lo limitado de su reserva de agua, pero no le importó ¿Era una absurda nostalgia? ¿Un cargo de conciencia? No llegaban respuestas para esas preguntas, por lo tanto, decidió volver al lugar del accidente y una vez estando allí pensaría qué hacer. Por otro lado, aún quedaba otro envase con agua que no pudo llevar en su momento, a demás, sería bueno rescatar el botiquín que seguramente contenía medicamentos que podría necesitar.
Ajustó sus horarios de marcha, lo que le permitió llegar al sitio del accidente con el amanecer. A lo lejos se divisaba los restos del fatal accidente y tuvo la sensación de un hielo recorriendo todo su cuerpo acompañado de una infinita paz que le hacía sentir como si sus pasos estuvieran levemente por encima de la superficie del suelo. Sí, ahora se encontraba tranquilo ante la imagen del desastre, como si se hubiese sacado una roca de encima, la cual casi reventaba sus huesos. La certeza de lo correcto en su decisión, le entregaba la tranquilidad y aceptación de ver entre los fierros retorcidos, los restos de aquellos tres amigos.

jueves, julio 24, 2008

Glaciar austral

El pequeño barco avanzaba decidido, rompiendo con su proa el mar encerrado entre aquellos canales de un continente que a esas latitudes, se despedaza; transformándolos en laberintos líquidos, refugio de hielos, nubes, vientos y mar.
En poco menos de cuatro horas estaría cerca del gigante de hielo, que recostado sobre trozos de cordillera pareciera que derrite sus pies en el mar. Entonces el viento, como centinela de los fiordos, vuelve lento el desplazamiento de la nave, las aguas embravecidas obligan al pequeño barco a desarrollar toda su potencia para no zozobrar. Con mí cuerpo aterido por el viento austral, me asomo por el lado de babor para intentar ver de cerca esas aguas verdosas que ya se las quisiera Caribdis para atrapar a Odiseo. Cruje una y otra vez la nave ante la fuerza de aquel elemento; vórtices de agua emulando bocas dentadas dispuestas a devorar todo lo que caiga en sus terribles fauces. Le doy una mirada al capitán de la nave, que con sus dientes apretados pero una mirada desafiante, me da la tranquilidad que aleja de mí el desastre. Los aguaceros se suceden uno tras otro, impidiendo inclusive, mí visión; se me aconseja ingresar a la nave para capear el ventarrón, pero yo, por una porfía inexplicable emanada, quizá, de mis instintos más primitivos, me niego: -¡No, estoy bien! aquí está el prodigio de la creación; la fuerza de los elementos; respiro bocanadas de hilo, respiro vida- Me dieron ganas de ser paisaje, sentía temblar mí cuerpo -Quiero ser cordillera, ahora viento, ahora hilos- Sí, estaba embriagado de vida…
Al llegar a un remanso, dejamos la embarcación y empezamos la última etapa del viaje a pie. Luego de dejar la orilla, ingresamos a una zona de bosque austral donde mis pies se hundían en el musgo flanqueados por enormes helecho, tal era lo ubérrimo de la vegetación. Inquieta la vida de aquella zona por nuestra visita, se manifestaba en sonido de diferentes aves que alertaban al resto de la llega de extraños. Mí ignorancia sobre la fauna de aquellos paisajes, me impidió reconocer a la mayoría de ellos. Enterrados en esa vegetación, sólo me quedaba confiar en la experiencia de nuestro guía, él era conocedor de aquella zona, su desplazamiento era seguro y nunca maltrató siquiera una rama en su avance por ese paisaje maravilloso.
Luego, como de la nada, percibí un ruido traído por el viento, era como un crujido de madera amplificado, algo así como el sonido que hacen los barcos de madera ¿Lo has escuchado? Después de remontar una pequeña loma, nos encontramos con aquel gigante de hilo recostado sobre trozos de cordillera. Infinitamente azul se dejaba observar en toda su dimensión; me acerqué lo más que pude para intentar decirle algo; qué cosa más irracional ¿Cierto? Quería decirle que era hermoso, que lo respetaba, que no se molestara por invadir su reino helado. Estaba vivo, se acomodaba entre las rocas cordilleranas y precisamente de allí provenían esos crujidos que escuchara momentos antes. Sobre sus piernas, un manto de polvo cubría su milenaria estructura. El agua al parecer le exigía tributos, porque a los pies de él, varios trozos de hilo danzaban hasta morir. Sólo pude estar a sus pies en aquella visita y la verdad, sentí que así debía ser. Las despedidas no me agradan; antes de partir lo mire fijamente hasta donde mis ojos alcanzaban, al fondo, perdido entre nubarrones adivinaba su sonrisa, me di media vuelta y me marché. No quise mirar nuevamente, me dolía el tener que partir.
Una vez que estuve a bordo de la nave y que el capitán enfilara con rumbo a Puerto Natales, un prodigio ocurrió ante mis ojos: Un arco iris apareció en el estrecho que navegábamos, de orilla a orilla me decía adiós.

lunes, julio 14, 2008

Vicuña Mackenna

Un día extrañamente soleado sobre Santiago fue el escenario de una nueva visita a un museo ubicado en el centro de ésta capital, que desde mis días de colegio no visitaba. En una suerte de digresión, comentaré lo extraño de ese día soleado considerando la estación en que nos encontramos: otoño. De él, a la fecha, nada se ha visto aún; la falta de su contundente presencia que a parte de manifestarse en la caída de hojas, también se veía reflejado en vientos fríos y nubes en altura; de todo eso, de su ocre presencia: Nada.
Con el predominio de esas condiciones climáticas, e intuyendo la presencia de cenizas a gran altura sobre la ciudad, patrocinado por la actividad volcánica en la zona austral de Chile, comencé un recorrido sobre objetos que pertenecieron a un personaje público y quien dedicará todo su esfuerzo, a mejorar el rostro de una nación que se arremolinaba en su capital. Este personaje (ilustre a mí entender) fue el señor Benjamín Vicuña Mackenna.
No quiero referirme al hombre hecho personaje, tampoco a su ascendencia y privilegios concordantes con sus responsabilidades, sino más bien a la psicología de este hombre. Y para lograr este cometido debemos situarnos en el tiempo con el cual tuvo que vérselas nuestro ciudadano.
Corría un joven siglo diecinueve cuando nació nuestro hombre, su patria daba los primeros pasos como república y requería de todo el esfuerzo y trabajo de su gente. Él lo supo no por una cuestión instintiva, sino más bien, por una educación que lo llevó a despertar de manera organizada aquellas ansias de libertad e igualdad de los hombres. Profundamente americanista, entendió el fenómeno que se estaba germinando en cada uno de los pueblos de este joven continente. Fue así que se lanzó en esta empresa que tenía como fin, lograr el bienestar de su gente a través del acceso de todos sus ciudadanos a la organización del nuevo estado. Entendió de manera muy clara una frase que para nosotros es casi un cliché: Justicia social. Conoció de cerca los principios de los movimientos anarquistas de aquella época; conoció a Francisco Bilbao, destacado por su intransigencia con las clases dominantes; Santiago Arcos y su fuerte influencia revolucionaria francesa; conoció los principios de la llamada “sociedad de la igualdad”. En fin, entendió todas las vertientes que se desarrollaban, no sólo en Chile sino también en el resto de América. Un dato no menor, fue alumno de uno de los hombres más destacados de América: Andrés Bello.
Le provocaba dolor la presencia de niños en medio de la miseria humana; lugares que se prestaban para el desarrollo de los vicios y conductas degradadas. Esto hace pensar en un hombre que se conmovía ante el dolor ajeno. Sabía que el estado era impotente ante esa realidad de sus compatriotas, eran los llamados “desheredados” Quizá ese dolor que él palpaba; esa carencia de toda oportunidad; la degradación más brutal de la condición humana, fue el impulso para desarrollar su proyecto de vida que se vio materializado en sus múltiples cargos públicos, los que tenían como objetivo el bienestar de una ciudad para sus habitantes. Fue así como se empeño en organizar el crecimiento de la ciudad; rescatar lugares para el uso público; preocuparse por el abastecimiento de agua potable; emprender proyectos de seguridad ciudadana, entre los más destacados.
Su pluma no fue menor; numerosos libros alcanzó a escribir, entre los que he tenido la oportunidad de leer destaco: El ostracismo de los Carreras; Guerra a muerte; Diego Portales. Entre otros.
Entonces usted comprenderá, estimado lector, la agradable sensación que sentí al salir de este museo que recuerda a uno de los hombres preclaros de mi patria. Camino por una avenida que lleva su nombre y entre los rostros que se cruzan ante mí, me voy perdiendo entre esa multitud, conformando un futuro que imaginó un hombre hace muchos, muchos años.

martes, julio 01, 2008

Ciudadano XXI

¿Se siente por momentos como un mimo? ¿No le ha ocurrido que avanzando por la ciudad en un día cualquiera, siente que sólo nos falta la cara pintada de blanco? Quizá, esta sensación nos señalaría que tenemos más cosas en común con otros de lo que quisiéramos reconocer.
La humanidad está mostrando una cada vez mayor independencia en sus individuos. Estos son más proclives a construir una realidad a partir de sus experiencias elementales y en buscar respuestas por cuenta propia. Se aleja de aquellas que daría un líder, ya sea éste político o religioso; se da a la tarea de cuestionarse a sí mismo y también de cuestionar al medio social en el que éste se desenvuelve. Comienza a ser menos gregario y se acercaría a un individuo de perfil librepensador. Esta escisión empezaría a manifestarse con la falta de interés en procesos eleccionarios o en otras variedades de convocatorias civiles, por ejemplo. Un sistema que no tenga integrado este tipo de fenómeno, corre el riesgo cierto de experimentar debilitamiento en su cohesión, dando incluso lugar a levantamientos sociales poco afortunados, representados por un caudillo popular que tendría que ver con una cuestión de residuo mediático, más que con una imagen de estabilidad, contenido y propuesta. Sin embargo, los sistemas políticos actuales, en su gran mayoría, también han ido evolucionando junto con éste nuevo personaje social.
(En esta realidad se da un jueguito interesante con ribetes perverso entre “él” y “ellos”. “ellos” acusan a “él” de una carencia absoluta de “ellos” en su “él”; y por otro lado, “él” sospecha la manipulación del “ellos” por parte de un “él” encubierto ¿Entendió?)
En mí caso, encuentro riesgoso aventurar un pronóstico sobre el destino de éste nuevo individuo, no obstante, existen efectos que ya se hacen notar y no serían precisamente de mi agrado; éste dice relación con el debilitamiento de la imagen de familia. Si bien es cierto no creo que desaparezca en el tiempo, sí observo una tendencia a darle un carácter más utilitario y menos humanista. Cosas de éste nuevo siglo, lo mejor es pasar a servirse un café. ¡Ah! y sonría…

jueves, junio 19, 2008

De hoteles y despedidas

…La amable señora de tez blanca y cabellos rubios, nos condujo junto a mí padre a una casa que se ubicaba en un sector próximo al hotel. Este último se encontraba a toda su capacidad de pasajeros por el inesperado arribo de un grupo de trabajadores forestales que efectuaban labores en la cordillera. Mientras avanzábamos, escuchaba el ruido tan particular de las pisadas sobre el camino; por momentos aquellos pasos entraban en sincronía y semejaba una marcha, luego esa sincronía era interrumpida por el cambio en el ritmo de alguno de los integrantes del grupo, volviendo a aquel ruido inicial de múltiples pisadas que se iban perdiendo en el silencio de una noche que ya se anunciaba.
Al llegar a destino, no pude apreciar en su totalidad la casa que nos acogería por una noche, nuestro arribo a la misma se produjo cuando la oscuridad de la noche estaba ya tendida sobre el paisaje. La entrada estaba precedida por un parrón vetusto que se extendía por unos treinta metros hasta la puerta de entrada. Una señora anciana salió a recibir a los inesperados pasajeros y sostuvo una breve conversación con nuestra guía que nos condujo hasta allí. Luego, girando sobre sus talones nos dijo: -Está todo arreglado, dormirán acá y el desayuno lo tomarán en el hotel; por favor, disculpen el inconveniente, los espero antes de las ocho. Buenas noches- Y se marchó.
Con una cierta incomodidad entramos con mí padre a un ambiente que sugería la interrupción en la marcha del tiempo y el predominio de una época que se había quedado estancada entre los muebles y las paredes; parecido a lo que ocurre cuando un curso de agua arrastra todo a su paso, excepto, lo que contiene un vórtice formado en algún tramo de la orilla de aquel curso.
La habitación que tengo disponible para ustedes se encuentra en el segundo piso, es pequeña pero con una bonita vista –Habló la anciana, dirigiéndose a nosotros- Suban las escaleras, al final del pasillo la puerta que estará a su izquierda, el baño es la puerta de la derecha. –Y continuó diciéndonos- Ustedes disculparán que no los acompañe, pero a mí edad ya no me es fácil subir aquellas escaleras. Que tengan buenas noches. –Buenas noches, gracias- Respondimos casi a dúo con mí padre.
Cuando llegamos al segundo nivel, pudimos observar un pasillo que contenía cuatro puertas por lado; la nuestra era la última de ellas y hacia ella nos dirigimos presurosos. Verificamos la puerta del baño previamente, según las instrucciones recibidas y nos encerramos en nuestra habitación a descansar del día de trabajo y a hacernos cargo de esa realidad que nos fuera impuesta por un hecho fortuito.
Recuerdo las miradas que nos cruzábamos con mí padre mientras hablábamos de cualquier cosa, eran miradas de disculpas, de un “no fue mi intención” o quizá de un “disfrutemos de esto” En el momento no lo supe descifrar, o talvez no quise por temor o simple negación: Él estaba partiendo y yo no quería aceptarlo. Mientras hablábamos, sentados cada uno en sus camas y disfrutando de un cigarrillo, miraba las sombras de nuestros cuerpos proyectadas en el piso de madera; no era yo más aquel niño de sombra reducida ante la de su padre. Ahora nuestras sombras se veían iguales, se confundían entre el humo, las risas y la conversación. La noche se detuvo a contemplar la escena entre aquellos dos hombres que se despedían.
Una vez que estuvimos acostados y la luz apagada, nos dirigimos algunas palabras que hacían referencia a la ornamentación de la habitación. Esta contenía una gran cantidad de libros de diversos temas y autores. Curiosamente, siendo yo un lector regular, no tomé ninguno de ellos para hojearlos un momento. A mí padre le ocurrió algo similar, pero lo atribuyó al cansancio acumulado. Reímos un momento más imaginando títulos posibles de esa improvisada biblioteca que hicimos crecer abarcando las cuatro paredes de una habitación que ya no pertenecía a la casa de huéspedes, sino más bien, a una dimensión que nos atraía a un centro apenas sospechado.
Luego que fuéramos vencido por el sueño y la noche volviera a su trabajo apurada por un amanecer que le seguía de cerca, descansamos y soñamos un sueño que lo intuí compartido por ambos mas nunca mencionado. Tampoco fue necesario. Cuando amaneció, mí padre se levantó primero y yo seguí sus pasos. Luego de terminar con la etapa del baño y una vez que estuvimos vestidos, nos dispusimos a abandonar aquella casa que nos acogiera por una noche. Esta vez caminamos muy despacio para evitar despertar a supuestos huéspedes que ignorábamos. Una vez que estuvimos en la planta baja, dudamos en despertar a la anciana para avisar nuestra partida; optamos por seguir nuestra retirada con el menor ruido posible. Al llegar a la puerta, empezamos a recorrer el parrón que nos conducía hasta la calle y una vez allí, comenzamos a caminar en dirección al hotel para desayunar, nos sentimos como estar regresando de un viaje largo que no teníamos considerado, no obstante, en aquel viaje supimos con certeza nuestros destinos inexorables. Desde ese momento y hasta el día en que él partió, todo fue complicidad y alegría.

domingo, junio 15, 2008

Intermedio II

Al terminar el texto dedicado a Alonso de Ovalle, quedé con una sensación de tranquilidad con un cierto contenido de alegría. En un principio, no supe la razón que motivaba ese estado; luego de algunos días llegó a mí la respuesta: Era la existencia de un personaje que se relacionaba con el primero. Este hombre fue Manuel Lacunza. Los dos en cuestión compartían la misma orden religiosa, ambos era jesuitas y ambos nacieron en Chile.
No ofenderé a Plutarco con algún intento de mí parte en realizar una Vidas paralelas, no; pero sí prepararé un texto a este otro hombre que aunque no se conocieron, ambos compartieron un suelo común; espero publicarlo próximamente.
Por momento, publicaré un texto en el cual describo una experiencia vivida con mí padre hace algunos años y que se volviera capital en la vida de los dos. Este texto está basado en un viaje (¿iniciático?) al sur de Chile a una localidad llamada La unión.

jueves, junio 05, 2008

El libro y usted

Cuál es el método que usted utiliza para elegir un libro.
Existe una gran variedad de prensa escrita y electrónica que nos pueden dar una mano a la hora de escoger un libro. Esto incluye también a los programas televisados, en los cuales se aborda la cuestión literaria a través de autores consagrados o emergentes. Claro que aquí el concepto es un poco más amplio el cual nos permite conocer la psicología del invitado, al individuo que se pregunta, se contradice o reinterpreta el estado de una humanidad que ha transitado por un devenir hecho historia hasta él.
Otro método utilizado es cuando alguien que forma parte de nuestro circulo cercano, ya sea en la oficina o en un grupo de amigos, nos recomienda cierto titulo que a esta persona le parece interesante. El conocimiento que tenga usted de ésta persona obviamente le ayudará a decidir sobre la recomendación.
El caso de las “Ferias de libros” ya sean estas nacionales o internacionales; donde se reúnen escritores y editoriales, me generan cierta sospecha. No obstante, reconozco que en aquellas se puede encontrar un titulo seleccionado previamente.
Existe aún otro método el cual pienso que es más interesante. Se trata de las referencias que existirían al interior de una obra la cual estamos leyendo. En el transcurso de ésta, van apareciendo ciertos hilos que nos llevan a enfrentar a otros autores y sus obras. Quizá, no es la primera vez que sabemos de ellos y esto funcionaría como una especie recomendación inconsciente, que inexorablemente, nos lleva a la búsqueda de aquel otro autor; azaroso ¿Cierto?

domingo, mayo 25, 2008

Entrevista

Ya sueñas con levantar vuelo ¿Cierto? No me digas que nunca has imaginado como será desplegar esas alas (tus alas) sobre esos alisios por vez primera; que nunca has imaginado tu cuerpo en pleno vuelo ascendente. Ráfaga de viento, haciendo abrir tus ojos al mínimo. Arden tus ojos. Acudan pues, lágrimas a ellos: Aprovecha llorar lo que dejas…

¿Me escuchó, señor?

Perdón… ¿Cuál fue su pregunta?

Le repito: Qué ave le gustaría ser.

domingo, mayo 11, 2008

Alonso de Ovalle

Abrí de manera azarosa el libro dedicado al ‘reino de Chile’ y que fuera escrito por, quizá, uno de los primeros hombre en apreciar éste lado de la América colonial: Alonso de Ovalle. El mencionado libro logró su primera publicación en Italia en 1646; tuve oportunidad de leer una traducción en una biblioteca hace unos años atrás, no recuerdo cuantos, quedando gratamente impresionado no sólo por su prosa, sino también por el profundo cariño que transmite su autor por ésta tierra. Tarea en principio nada fácil, fue tomar ese enorme volumen y ponerme el objetivo de descifrar su encanto. Sin embargo, una vez que fui atrapado por sus páginas me fue imposible no esforzarme por conseguir una copia del libro, que afortunadamente encontré en una editorial.
Alonso de Ovalle, realiza en su obra, un trabajo de recopilación que incluye relatos entregados por habitantes naturales que hablan de las bondades de ésta tierra. Incluye una completa descripción de la geografía del lugar; explica como se manifiestan las estaciones y su duración; de la amplia variedad de plantas medicinales y muchos otros temas. Obviamente dedica una buena parte del libro para explicar cómo se ha desarrollado el trabajo evangelizador en el reino a través de sus misiones y el empeño constante de sus religiosos con la comunidad.
Habla de una lugar que resultó ser mí país. Realizó una semblanza de ésta tierra en sus inicios, quizá, más remoto. Se esforzó en sacar de la noche del tiempo, los primeros llantos de parto de una nación que nacía; trajo voces que de otro modo se hubiesen perdido en esa noche; hizo presente un siglo XVII que latía con fuerza en ésta tierra. Un trozo de tiempo valioso que afortunadamente éste insigne hombre nos obsequió.
De una manera lúdica podría decir que ésta nación tiene a dos personajes que ayudaron a elevarla entre las otras naciones del sur: Alonso de Ovalle y su Histórica relación del reino de Chile sería nuestro Heródoto; así mismo, Alonso de Ercilla y su obra La Araucana sería nuestro Homero.

jueves, mayo 01, 2008

Intermedio I

Hay un bullicio literario allá afuera. No se sabe dónde empieza, mucho menos dónde termina. Tratamos de entender con mayor o menor éxito, el fenómeno que afecta al mundo de las letras; y no sólo desde el punto de vista académico sino también del lector masivo, aquel que consume literatura frecuentemente. En este nuevo ‘status’ de la literatura han surgido temas como: La muerte del libro; el nacimiento de un nuevo tipo de lector; Las bondades de la tecnología a favor del nuevo formato ¿Sigo? Por ahora no.
Usted ya intuye de qué trata todo esto. Es (o debiera serlo) una persona informada. Tampoco pretendo decir lo que usted debe pensar sobre todo este fenómeno; lo que quiero compartir con usted, avispado lector, es un momento de tranquilidad en su etapa creativa. Porque yo sé que usted es un escritor furtivo, anda a la caza de una musa. Le deseo suerte en ese trabajo. Le recomendaría sí, que no perdiera tiempo en sitios donde la creatividad individual queda subordinada a una nueva forma de política. No sea útil. Así mismo, le recomiendo que visite los ‘blog’ que tengo seleccionado en la zona de link, a la derecha de su pantalla.

martes, abril 08, 2008

Estados asombrosos

Al igual que viajar en una estrella binaria, navegas entre una y otra dejando una estela de partículas subatómica para no extraviar el rumbo.
Lo lamentable de esta realidad es no poder modificar la configuración natural de estas dos estrellas y sólo aguardar que termine su ciclo en la forma de una súper nova –en este caso- y aprovechar la fuerza de la explosión que te lanzará junto a su flujo de partículas a otro lugar del universo que ni siquiera has imaginado. Sólo resta esperar.
¿Has bebido agua desde un arroyo cordillerano? ¿Has visto el reflejo del sol distorsionado por la corriente? Hermoso ¿Cierto? Imagínate cuando experimentes la brisa que proviene desde un océano de metano.

martes, febrero 12, 2008

Hora de cenar

Tenga a bien poner una cazuela con agua y sal a hervir. Una vez hirviendo, coloque en su interior una porción generosa de spaghetti. Mientras, en una sartén coloque abundante aceite de oliva extra virgen a calentar, agregue uno o dos dientes de ajo cortados en láminas. Deje que este noble producto suelte todos sus aromas y sabores sólo hasta el momento que se comience a dorar. Una vez que esto ocurra, retírelo del aceite. Apague el fuego y déjelo entibiar.
Cuando la pasta éste a su gusto, haga lo que ya imagina: Escúrralos de agua. Viértalos en la misma cazuela. Agregue el aceite y un puñado de perejil fresco recién picado.
Acompañe éste plato con lo que Dios le dé a entender. Sugiero un vino tinto liviano y joven, verbigracia: De una cepa carménère. Provecho.

jueves, enero 24, 2008

Líneas y abertura

Quisiera que cada palabra encajara perfectamente con la otra. Que la suma de todas ellas expusiera, desnudo, éste humano universo. Universo entendido a través de apenas una pequeña mirada entre las sombras de una noche. En ella, breve abertura de sombra, hemos creído entenderlo todo. Mas no se puede. Lo hemos intentado a lo largo de la literatura humana con la secreta ambición de permanencia. ¿Qué era aquello (o qué éramos...) que no quisimos olvidar, al momento de marcar una superficie?

Un abrazo para ti

miércoles, enero 02, 2008

Cuarenta y cinco segundos.

- Están preguntando por ti
- ¿Dijiste algo?
- No, nada. Pero se está tornado un poco incomodo...
- Tranquilo, no le des más importancia. La gente en su conjunto –humanidad- entró a esta suerte de ‘nueva era’ patrocinado por la tecnología y tienen la sensación de haberse expandido intelectualmente y les provoca ese desagradable estado parecido al de la ubicuidad. Siendo en la realidad, todo lo contrario. Pero en fin, no digas algo.
- ¿Qué quieres decir con tu frase: “Siendo en la realidad, todo lo contrario”?
- Simple querido amigo: El individuo se contrajo. En éste fenómeno, especial cuidado se deberá tener con el uso de las palabras para explicarlo.
- Entiendo. Te dejo amigo, iré a observar la figura que describe una hoja en su caída. Y descuida: No te he visto.
- Gracias. Vuelve.
- Siempre.