jueves, marzo 31, 2016

Gibosa creciente

…Por suerte tenía  a mano la libreta, estaba justo bajo  la almohada y la podía tocar con los dedos; la tomé con cuidado y la abrí en la página indicada por la cinta. Lo bueno de las noches de invierno es su aire frío, lo que vuelve más estable la atmosfera; y si a esto sumamos una luna casi llena, se vuelve un regalo nocturno. Una porción de esta luz pálida entraba a borbotones por un extremo de la cortina, golpeando justo mi cama. Moví la libreta hasta la luz para leer unas líneas que había escrito esa mañana en el café de la esquina. Eran palabras sueltas, sin orden aparente, palabras que aparecieron casi como destellos y quedaron atrapadas en el papel. De aquellas, ahora releídas, solo quedaban imágenes y sonidos de una ciudad vertiginosa que nada da al que se lo pide y que sin embargo, permite que afloren textos como este.