martes, junio 30, 2015

La taza de té

-No, gracias, no más té para mí. –Respondió al ofrecimiento de la camarera. –Tengo por costumbre y regla no beber más de tres tazas de té al día. –Comentó a su interlocutor. -La última la reservo para la noche antes de dormir "cosas de viejas" dirás tú. -Se llevó con delicadeza la taza hasta su boca, tomando un sorbo de la infusión que le hizo viajar indefectiblemente hasta su hogar paterno. Aquella casa en la montaña, escondida entre la vegetación y los riscos que se elevaban imponentes ante sus ojos de niña, construyeron en ella, o ayudaron a construir, todo ese mundo de cuentos que se inventaba mientras jugaba en la finca familiar. El sonido de la taza al posarse en el platillo de su interlocutor la trajo de vuelta, manteniendo esa mirada que declaraba a cualquiera que la estuviese mirando, que con toda seguridad, el recuerdo donde había estado, era donde mejor se sentía.

1 comentario:

Antonia dijo...

La vida entera no me basta para admirar la belleza de tus escritos, noble empeño que da sus frutos, muy ingenioso, divertido y no pocas veces tan profundo como las entrañas del mar.