domingo, abril 19, 2015

Almas vacías

-En su tiempo disponible, gustaba realizar caminatas prolongadas en solitario por las calles de la ciudad. Se movía entre calles, paseos, galerías. Buscando, siempre buscando; a la caza de una imagen, un aroma, qué sé yo. Era en cierto modo un monstruo urbano que pasaba inadvertido para todos. –Se quedó mirando el fondo de su taza en silencio, extraviado en recuerdos lejanos. Como cuando estaba sentado en el alfeizar de la ventana de su sala de clases, mirando hacia el interior los pupitres vacíos. Luego de un momento continuó. –Siempre era lo mismo con él: comenzabas una charla entretenida sobre cualquier cosa, con excepción de futbol, deporte que, como bien sabes, detestaba profundamente, para luego perderse en digresiones que arrebataban tu atención, siendo imposible no escucharlo con agrado. –Dio una rápida mirada a la gente que parecía acelerar la marcha ante las primeras gotas de una lluvia largamente anhelada. Los pasos sonaban con diferentes tonos sobre las baldosas de la vereda ¿O sólo suponía el sonido de la calle? Puso atención al exterior aguzando sus sentidos mientras retomaba las palabras.

miércoles, abril 08, 2015

En la estepa

El fin de la jornada lo alcanzó en medio de la más hermosa estepa; el camino serpenteaba sobre las suaves ondulaciones que presentaba la geografía. Hacia el oriente, manchas de nubes anaranjadas pintaban un cielo nítido en su fondo azul; hacia el poniente, el sol ya puesto unía con un cordón de plata aquel horizonte distante.
-¿He muerto?
-¿Por qué lo piensas?
Al caer la noche, y antes de dormir, miraba desde su posición el cielo nocturno en toda su magnitud. Un paisaje lleno de estrellas acompañaba su descanso en medio de aquella soledad; y como siempre, sacudido por una especie de temor, giraba su cuerpo para no ver aquel espectáculo celeste, del cual no reconocía ninguna estrella, ninguna constelación; ni el más grande de los planetas estaba en la bóveda para calmar su desazón.
-He muerto ¿cierto?
-¿Por qué lo piensas?
A la mañana siguiente se dispuso a iniciar otra jornada. Mientras guardaba las cosas en su talego, vórtices de brisa fresca traían aromas de la vegetación que había en aquel lugar. Con la sensación que la vida bullía por todos lados, se echó a caminar una vez más, como siempre.