martes, septiembre 09, 2014

Sueños de ciudad

Afuera llovía con fuerza; las aceras lavadas por el agua, reflejaban las luces distorsionadas de los escaparates.
Ese era todo el resumen del exterior que podía hacer desde su mesa del café. ¿Qué otra cosa podría notar a esa altura de su vida? Aquella ciudad suele volverse cruel con todos, sin excepción; sabe esconder sus miserias y jactarse de sus oropeles; entre sus calles, muchas veces inmundas y peligrosas para el advenedizo, guarda con secreto pudor sus delitos. Durante mucho tiempo atesoró la posibilidad de dejar para siempre aquel lugar, pero las vueltas de la vida terminaron por unirlo, no sin un atrabiliario rencor, aún más fuerte a esas calles y edificios.
Pagó su cuenta, se puso su impermeable y moviendo sus hombros para terminar de acomodarlo en su gruesa estructura, se dispuso a recorrer las calles que exigían su presencia.
El joven que lo atendió tomó con alegría la propina generosa que había dejado; pensó, como pensó algún día ese viejo que ahora se perdía entre la gente y la lluvia, que si tenía un poco de suerte como hoy, pronto podría dejar para siempre aquella ciudad.