miércoles, noviembre 07, 2012

Ascensión de un hombre justo

Sostener el cuerpo a esa altura, sobre todo para una persona de su edad, es casi una proeza. Lo digo porque conozco los efectos que puede provocar ese paisaje embriagador después de algunas horas de ascensión. Con sus cumbres coronadas de nieve; sus cursos de deshielos corriendo presurosos por las quebradas; las corrientes de aire comprimiendo contra las paredes rocosas el desarrollo de alguna nubosidad; los sonidos, en fin.
Haciendo un último esfuerzo, alcanzó el desfiladero de aquel trozo de cordillera y acomodando la espalda en una roca cercana, quedó extasiado en aquella inmensidad. “Aquí es donde quisiera morir” se dijo, contemplando con alegría la luminosidad de las primeras horas del atardecer.
Al cabo de un tiempo de aquella aventura, su salud comenzó a deteriorarse cada día un poco más, siendo internado en el hospital local por algunas semanas donde finalmente murió. Le fui a visitar justo el día en que falleció y tuve la certeza al ver su cuerpo tendido en la cama, que aquel hombre ya no estaba allí; que todo el resto de vida que le quedaba hasta entonces, lo ocupaba en realizar su última ascensión. Me miró con alegría y extrañeza al percatarse de mi presencia “sujétate bien, no vayas a caer” dijo, mientras seguía absorto en ese lugar que tiempo atrás me contó, había conquistado.