martes, octubre 16, 2012

Mañana de réquiem

Era la primera vez que abría el cuaderno de su hermano; el cuerpo aún tibio, mantenía aquella serenidad que tanto admiraba en él. Esa mañana, sentado a la orilla de la cama y a la espera que llegara el médico, hojeó el diario como buscando un trozo o página en particular.
-Tengo que realizar los trámites en la funeraria ¿Te quedas tú con él? –Preguntó la viuda con aire frío y protocolar.
-Lo prefiero… si no te incomoda. –Contestó.
La mujer dio una mirada al cuerpo de su ahora difunto esposo. Luego, sus pupilas se clavaron en las de su cuñado y en una especie de dolor contenido; de enfado con todo lo que la rodeaba en ese instante; de impotencia hacia ella misma, dio media vuelta y se marchó.
-¡Espera! –alcanzó a decirle aquel. Sus pasos se detuvieron de inmediato y luego de un breve momento, su imagen reapareció lentamente deteniéndose junto a la entrada.
-¿Aún me amas?
Esa misma pregunta hecha en ese momento por otra persona, hubiese sido una falta de delicadeza imperdonable para ella. Sólo el amor libera de las formas, tornando audaces a los amantes bajo su influjo.

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