jueves, marzo 24, 2011

Pura magia

Me topé con ella en las escaleras que me llevarían hasta la estación de metro. Llamó mi atención la mezcla de colores de sus ropas, todas ellas ya muy raídas por el tiempo y el uso, pero que sin embargo, mostraba cierto equilibrio en su configuración. Eran las siete de la mañana pasado quince, y el grueso de la gente aún no se hacía presente sino hasta eso de las ocho. Seguí con mis pasos en dirección hacia ella y noté que tenía un cartelito colgado al cuello donde se leía “Hago magia”; con discreción, tomé del fondo de mis bolsillos una moneda y se la entregue con mucho pudor. Mientras entregaba mi cooperación voluntaria, le dije que me gustaría desaparecer –aún no sé por qué mencioné aquella frase- . Extendió su mano para recibir la moneda, y a la vez que con la otra hacía un chasquido con los dedos, sentenció “él ya no está, sólo quedas tú”
Un tanto confundido seguí mí camino para abordar el metro, y una vez que estuve sentado mirando a los otros pasajeros en el andén, experimenté una sensación de paz que me envolvió por mucho, mucho tiempo. A mí maga no la he vuelto a ver, pero cuando siento que caigo en la espesa oscuridad, llega hasta mí el sonido de sus dedos y me vuelvo a sentir bien.