miércoles, octubre 14, 2009

Luna menguante

-La verdad, cuesta creerlo; ni en las mejores escenas futuristas ¿Tú qué crees?
-Se veía venir: con tanto ensayo buscando una alternativa energética…
-¿Te fijas que la fisura va en sentido ecuatorial?
-¿Y…?
-Nada, sólo llamó mí atención. Supuse que una fisura a esa escala en la luna, sería desde un polo en dirección al otro; algo así como de norte a sur, o de positivo a negativo.
- Ahora que lo mencionas, se ve extraña desde aquí esa fisura. Lo único hermoso de esta tragedia, es la cola de polvo que se prolonga en su desplazamiento.
-¿Terminará por desintegrarse debido al movimiento? No puedo siquiera imaginar las fuerzas de tensión que existen al interior.
-Dantesco. Siempre creí que la tierra terminaría devorada por la expansión solar, nunca por un error humano ¡bendita fisión nuclear!
-Así y todo, los científicos aseguran que aún existe bastante tiempo para desarrollar una estrategia de sobrevivencia, no sólo a favor de la existencia humana, sino también, de algunas especies de vida animal y vegetal
-Siento estremecimiento al ver las sombras proyectadas al interior de la grieta; espero que tengan razón los entendidos, y que la similitud entre los tiempos de rotación y traslación lunar, impida que se despedace en breve tiempo.
-En cualquier caso, espero morir en este planeta ¿Cuánto dura el periodo de rotación?
-Veintisiete días, siete horas y algunos minutos más.
-¿Y la traslación?
-Lo mismo…
-Parece increíble tener que evacuar el planeta.
-Sí; y esperemos que nos desarrollemos de manera favorable en Ganímedes.
-No, no es Ganímedes; es el otro satélite de Júpiter…
-Calisto
-¡Ese! Calisto… Me gusta ese nombre.

miércoles, octubre 07, 2009

Brevedad con nube

Usted me acompaña en la ascensión de un cordón cordillerano, hágase la idea; nos ha llevado toda la mañana llegar casi a la cima de dicho cordón; éste tiene una inclinación de cuarenta y cinco o cincuenta grados, aproximado; calculamos que nos encontramos a unos respetables dos mil novecientos metros de altitud; nuestros rostros están bañados en sudor por el cansancio y el esfuerzo: falta poco, ánimo. A unos doce metros de la cumbre, y mientras tomamos el último aliento, damos una mirada hacia el paisaje a nuestras espaldas; una suerte de delicioso vértigo recorre nuestros cuerpos, terminando en la punta del cabello; nos miramos y sonreímos satisfechos por el logro que nos espera unos pocos metros más arriba; durante esa mirada que compartimos con emoción, la sensación térmica baja de manera abrupta, refrescando nuestros agotados cuerpos; de súbito, y acompañado de un viento frío, emerge justo del otro lado de la cima, una masa nubosa que pasa rauda, en loca carrera hacia el interior del valle; es enorme, su panza negra por la espesura, nos regala una sombra que se extiende por apenas veinte segundos; quedamos maravillados al observar su, ahora, lomo blanco, mientras baja y se aleja.