domingo, agosto 30, 2009

Status ignotum

Preferiría mil veces morir, a que me falte tu presencia. Desangrar mí cuerpo entero y llenarlo con las lágrimas que has llorado. Pero claro, eres muy altiva para decir “te quiero” ¿Aman en realidad tus ojos…? No, por favor, disculpa mi humana duda; la fiebre del cariño enceguece mí juicio. Perdón. Tus pupilas, como lumbres en un mundo ignoto, vuelven seguro mis temblorosos pasos. No creas que por esto no te odio. Detesto limpiar el aroma que deja en mí, tu cuerpo. Con llanto lavo el sabor dejado por tus besos. Detesto depender del ruido de tus pisadas, que me dicen que no estoy sordo; del aire de tu aliento alimentando mis pulmones. Te amo. Cuando bajas la mirada, y tus ojos se me pierden, se contrista la medula viva de mis huesos ¿Crees que miento? Podría olvidar hablar, mas no pronunciar tu nombre; con las letras de éste, bien podría reescribir la humana historia. Detesto tu mano tibia en mí espalda no diciendo “te amo”; te estiras en el tálamo, nutriendo de vida mí tiempo.

6 comentarios:

Anabel Rodríguez dijo...

Una declaración de guerra a la indiferencia. Una declaración de amor, no de odio (por mucho que se revista como quiera). Un grito por todo lo alto en contra del monstruo llamado costumbre que devora pasiones y vidas enteras.
Besos

Ferragus dijo...

Creo acertada la interpretación, Anabel. Por momentos se vuelve tan palpable aquel monstruo, que nos deja de rodillas frente a nuestras dudas más vitales. Pero dime, Anabel: ¿Qué es aquella fuerza que nos rescata, sin vencer al monstruo?

Un saludo y beso, Anabel.

Natalie Sève dijo...

A pesar de todo, ese tálamo se ha nutrido.. y ama..
Un abrazo
Natalie.

Ferragus dijo...

Gracias por tus palabras, Natalie. Aquel “A pesar de todo…” es casi como un respiro, un alivio.
Siempre alegra tu visita.
Un beso desde tu tierra.

Cecilia dijo...

El amor que se estrella contra la dureza de quien no sabe amar o no lo reconoce. Qué triste para el que ama. Pero el corazón no es un órgano frío.

Ferragus dijo...

Tiene razón en tu última frase, Cecilia; y quizá, esto sea suficiente para entender su empeño. Gracias por tus palabras.